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Historia cancelada ---VIDAS COMPARTIDAS---

9 posts en este tema

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!Hola a todos! Hacía siglos que no me pasaba por aquí! Empecé a tener millones y millones de problemas para actualizar las otras historias que tenía (Bite me y Ana no mires atrás), y al final acabé abandonándolas... :( Pero he conseguido instalar de nuevo todos los juegos y meter las descargas que tenía antes(menos mal que las guardé), y me he decidido a empezar otra historia. Se llama "vidas compartidas" y trata la vida de varios personajes desde diferentes puntos de vista. Espero que os guste!

MAGGIE

Ahondé aún más en mis recuerdos y divisé a lo lejos a una joven pelirroja de aspecto frágil, con gafas de pasta, pecas por toda la cara y un corte ridículo de pelo. Era un momento perfecto para viajar al pasado ya que me embarcaba en una nueva aventura, una aventura a kilómetros y kilómetros de mi familia, mis amigos y mi pueblo. Me acerqué a la mesa, sorteando los trastos viejos, cajas y maletas que había por el suelo, y cogí el portátil. Lo situé en la cama y me tumbé junto a él, topándome con el diario digital que durante ocho largos años había sido testigo de mis lágrimas y mis carcajadas, mis alegrías y mis tristezas. Comencé a leer y mil imágenes se agolparon en mi cabeza.

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— ¡Abre la puerta Maggie! —La voz de Anna hizo eco en el servicio y yo me estremecí. Aquel lugar secreto ya no lo era para esas dos víboras—. No seas estúpida, no te vamos a hacer nada.

— Eso dijisteis la última vez… —Murmuré en un suspiro.

— Esta vez va en serio —Intervino Sara con tono calmado—. Sólo queremos que nos dejes los apuntes de Historia.

No contesté, sabía que si lo hacía no podría evitar derramar unas cuantas gotas de agua salada, y no quería darles ese gusto.

— ¿Cuándo te has vuelto tan avariciosa?

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— Dejadme... —Volví a murmurar, esta vez más bajo.

Un nuevo golpe me hizo dar un respingo.

— ¡Que abras!

— ¡Marchaos! —Grité inconscientemente.

— Maldita cobarde…

— Vámonos Anna, no merece la pena… Siempre es lo mismo, unos cuantos lloriqueos detrás de la puerta del servicio y luego a casa a jugar con su amigo imaginario, ¿cuándo va a crecer?

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El silencio me rodeó y una increíble rabia invadió mi cuerpo. Se habían marchado, al fin, pero yo seguía ahí, en un baño lleno de mugre y con olor a orina, sentada sobre mis libros de historia, con lágrimas en los ojos y con el corazón desencajado. Era patético. Yo era patética. ¿Por qué no reunía coraje y les daba lo que se merecían? ¿Por qué me escondía? ¿Por qué me daban tanto miedo?

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Otro recuerdo golpeó mi cerebro, haciéndome viajar de nuevo a mi adolescencia. Esta vez me encontraba en la calle Truston, calle por la que todos los días pasaba después del colegio. Un chasquido sonó a mi espalda, me di la vuelta y allí vi a Dave, apoyado en la pared con esa sonrisa estúpida de siempre. Por suerte, esta vez no iba acompañado de sus amigos. Todas las tardes cuando volvía de clase, aquella pandilla de retrasados se dedicaba a incordiarme.

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Tenían varias formas de proceder, dependía del día; una era tirarme papelitos como si fuera un mono de feria, otra era insultarme hasta cansarse, y la última, la que más nerviosa me ponía, era seguirme imitando mi forma de andar.

— ¿Qué miras? —Preguntó Dave con ese tono brusco de siempre.

— Nada... —Susurré volviendo la vista al frente.

— Me han contado el incidente de esta mañana —Soltó una sonora carcajada—. Anne y Sara te tienen acojonada, ¿eh?

Hice oídos sordos a sus palabras y continué con la mirada pegada en mis pies.

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La siguiente página de mi diario me transportó al otoño del año 2004. Aunque estábamos en pleno mes de noviembre, era un día caluroso, no había una sola nube en el cielo y ni rastro del fuerte viento que semanas atrás había alertado a los meteorólogos. A pesar de la tranquilidad que se respiraba en el pueblo, mi casa parecía un caldero de nervios. Los de la mudanza se retrasaban y debíamos reunirnos en menos de media hora con la mujer de la inmobiliaria para recoger las llaves de la nueva casa.

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Mis padres habían decidido mudarse debido al inesperado despido de mi padre. Ahora que solo trabajaba mi madre las cuentas no llegaban, así que era necesario un cambio.

Con el paso de los años, a pesar de lo que todos creíamos, las cosas mejoraron en mi casa, mi padre consiguió un nuevo trabajo y la situación económica volvió a ser la de siempre. Para entonces ya me había acostumbrado a la nueva casa y me preparaba para cursar en la universidad mi primer año de Enfermería.

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Cuántas cosas habían cambiado desde aquel día, ahora…

— ¡Maggie!

La voz de mi madre me devolvió al presente.

— ¿Sí, mamá?

— Ya ha llegado el taxi. Date prisa, cariño —Dio unos pequeños toquecitos en mi puerta.

Antes de levantarme de la cama, dediqué unos cuantos segundos a repasar con detalle cada rincón de mi habitación. Una sonrisa amarga se dibujó en mi rostro y sentí una terrible presión en el pecho. Había llegado la hora de dejar todo aquello…

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Al salir me esperaban mis padres en el salón con dos grandes sonrisas repletas de satisfacción. Su única hija se había hecho mayor. Ya no era la pequeña revoltosa que se negaba a comer pescado, tampoco era la adolescente malhumorada e insegura que protestaba por todo; ahora era una joven a punto de independizarse, con un piso en una de las ciudades más bonitas del país y un puesto fijo como enfermera en el centro hospitalario de RossBünd.

— Llama siempre que puedas, y no te olvides de avisar cuando llegues —Mi madre se acercó con los lagrimales cargados y me dio un abrazo que me cortó la respiración—. Cuánto te voy a echar de menos, mi pequeña Maggie… Qué sola me dejas…

No pude evitar poner los ojos en blanco. Siempre tan dramática.

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— Mamá, estoy a tan solo una hora, no es el fin del mundo.

— Pero la ciudad es tan grande… Y tú allí tan sola…

— Podéis venir a visitarme cuando queráis, ya lo sabes.

— Te arrepentirás de haberlo dicho —Bromeó mi padre dándome una pequeña palmadita en el hombro.

— Nunca —Asentí con una gran sonrisa mientras cogía las maletas.

— Anda, ven aquí, pequeña —Di unos cuantos pasos hacia él y me acurruqué entre sus brazos. Cuánto iba a echar de menos aquello…

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El camino a RossBünd se me hizo eterno. El taxista era un enamorado de los reptiles, así que se tiró prácticamente todo el viaje hablando de su sapo Berto, su camaleón Lilo y sus serpientes Katri y Mona. Cuando entramos en la ciudad, una avalancha de nervios sacudió mi estómago y mis fatigosos oídos dejaron de escuchar las “apasionantes” historias de los reptiles del taxista para concentrarse en los sonidos de mi alrededor.

Al llegar a la calle Sil nos detuvimos de un frenazo. Miré a mi izquierda y advertí un edificio de ladrillo blanco y grandes ventanales.

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Ése iba a ser mi nuevo lugar, ¿de verdad estaba preparada?

Pagué al taxista y, con pasos temblorosos, me introduje en mi nueva vida.

La puerta negra de la entrada no estaba cerrada con llave, así que me bastó tan sólo un pequeño empujón para abrirla. Mi edificio era el número dos, uno de los más nuevos y el que más cerca estaba de la entrada principal. Al entrar en el portal me sorprendió un intenso aroma a nuez moscada y cacao que me hizo recordar la panadería del pueblo, en donde todos los domingos comprábamos rosquillas y pan recién horneado.

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Aparté de mi cabeza los recuerdos y busqué con la mirada el piso número 21. Al dar con él, me acerqué con paso lento y, después de respirar unas cuantas veces, llamé al timbre.

Mil pensamientos pasaron por mi cabeza antes de ser recibida por mi nueva compañera de piso. ¿Qué aspecto tendría? ¿Sería la típica pesada que no para de hablar de sus amoríos? ¿La odiosa compañera de piso que monta juergas todas las noches? ¿La antisocial que no abre la boca a no ser que se esté ahogando? —Negué con la cabeza— Estaba siendo demasiado negativa, también podía tratarse de un ser encantador, enamorado de la vida y con mil anécdotas graciosas que contar. Cuando hablamos por teléfono me dejó encantada, así que seguramente sería más del segundo tipo.

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El sonido del picaporte sacudió mi corazón y me coloqué frente a la puerta bien sonriente, preparada para recibirla. Para mi sorpresa, apareció ante mí un chico de piel tostada y cabello azabache.

— Hola, estaba buscando a… —Rebusqué en el bolsillo del pantalón el papelito en el que tenía apuntado el nombre de mi nueva compañera de piso. ¿Cómo podía ser tan estúpida y olvidarlo?

— ¿Elyse?

— ¡Eso! ¡Elyse! —Solté una ridícula risita aguda.

— Debes ser Maggie.

Asentí algo incómoda por la seriedad del chico.

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— Yo soy Allen —Me tendió la mano—. Vivo aquí.

Le di la mano y después le miré sin saber muy bien qué decir. ¿Me había equivocado de piso o Elyse había decidido omitir que no vivía sola? Miré con desconfianza el número que adornaba la puerta y, sin saber qué hacer, le sonreí.

— Puedes pasar —Me indicó el interior con rostro inexpresivo.

— No sabía que Elyse tenía un compañero de piso, pensé que íbamos a ser sólo ella y yo… Pero bueno, donde caben dos caben tres, ¿no? —Comenté con una gran sonrisa intentando romper aquel silencio incómodo que nos envolvía.

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El chico me miró con el ceño fruncido.

— Elyse ya no vive aquí.

— ¿…Cómo? —Pregunté con un hilillo de voz.

— Vivíamos juntos, pero se tuvo que marchar—. Advertí una nota de rabia en sus palabras—. Por eso buscaba a alguien que ocupara su habitación.

En un segundo, todas las historias que me había montado acerca de mi nueva compañera de piso se esfumaron. Me era indiferente el sexo de mi compañero de piso, pero no habría estado de más una advertencia. Más que nada para evitar aquella situación y mi cara de estúpida.

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— ¿Hay algún problema? —El chico me echó una mirada contaminada.

— No, no, no —Negué con energía ante su expresión—. Es solo que… Pensé que seríamos Elyse y yo… Y…

— Por mí no te preocupes, no coincidiremos mucho, suelo trabajar por las noches.

Le habría preguntado en qué trabajaba, pero su sequedad me echó para atrás.

— Me dijo Elyse que eras… ¿enfermera?

Asentí, sorprendida por su repentino interés.

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— Empiezo a trabajar pasado mañana, estoy de los nervios.

— ¿En el Hospital de Rossbünd?

— Sí, creo que está a dos paradas de tren de aquí, ¿no?

Asintió muy serio.

— Yo también trabajo allí, en la Unidad de Cirugía General.

Abrí los ojos sorprendida. Nunca habría dicho que era médico. Me pegaba más como… director de una funeraria.

— Qué casualidad… —Sonreí falsamente.

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Editado por CasieFiccion

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    Oh! Los personajes están súper bien hechos y escribes muy bien! Creo que tengo al chico jajaja está tremendo o_o

    Me gusta lo de poner dos fotos, queda mucho más completo! Espero que continúes!!

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      OMG :o me enamoré de ese antipático :wub: y de tu serie, me encanta como está relatado y las fotos, ni hablar de ella, es tan hermosa! Muero por leer la continuación :blush:

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        ;O, me enamore en el gorrito tan mono que lleva Dave ;OO, es tan mono y tan rico. Lo descargaste en algún lado?...Si te lo has descargado me lo podrías pasar?...Me encanta esta nueva historia o más bien dicho "serie".

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          Que interesante!

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            Vale, todavía no puedo decir nada, pero creo que Dave va a ser uno de mis personajes preferidos (ahora es cuando descubrimos que es un violador asesino malísimo >.<).

            Me encanta y espero que no te pase lo mismo que con las otras, suerte y aquí tienes una seguidora de Vidas Compartidas :)

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              Ohhhh! Muchísimas graciasss!! :D Me alegra que os haya gustado!

              Sunny, el chiquito del gorro no sé si me lo descargué... Si lo hice, la verdad es que no recuerdo de dónde :( Pero si me bajo alguno, siempre lo hago de la página de modthesims2, en la sección de sims!

              Bueno, continúo!

              El chico, sin mediar palabra, se dio media vuelta y se dirigió a una de las habitaciones que había en la casa. Abrió la puerta color caoba y me dedicó una mirada inexpresiva.

              — ¿No quieres ver dónde vas a dormir?

              Tragué saliva ante su brusco tono de voz y, con pasos acelerados, le seguí.

              — Hacía bastante que nadie se quedaba aquí, así que… habrá que limpiar un poco el polvo.

              Miré a mi alrededor y una especie de nostalgia recorrió mi cuerpo. Aquella habitación daba pena, no había apenas luz, estaba sucia, y había trastos por todas partes… No se parecía en nada a mi antigua habitación. Era triste, tan sólo llevaba unas horas fuera de casa y ya quería volver…

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              — Esas cajas son de Elyse, puedes utilizar lo que quieras. Si no tíralas, son… basura.

              — ¿Ésta era su habitación, entonces? —Inquirí curiosa.

              — No.

              — ¿Entonces dónde dormía ella?

              El chico por poco me asesina con la mirada. Empezaba a pensar que en mi anterior vida le había hecho bullying en el colegio. ¿Por qué me odiaba tanto?

              — Debo hacer cosas —Concluyó marchándose y dejando mi pregunta sin respuesta.

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              Cuando cerró la puerta, el polvo que había posado en una de las cajas se coló en mi nariz. Tosí unas cuantas veces intentando echarlo de mis pulmones, y me puse manos a la obra. Debía ordenar aquel desastre.

              Cuando estaba revisando los cajones de la cómoda, advertí en lo alto un marco con dos fotos, en las que salían una chica bien sonriente y un chico moreno cogiéndola en brazos. Reparé en el rostro del chico y me di cuenta de que era el muchacho del piso y seguramente ella sería la “famosa” Elyse. Ahora entendía por qué se ponía así cada vez que le preguntaba sobre ella, habían sido pareja…

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              Poco a poco, la habitación fue cobrando vida. Elyse había dejado bastantes cosas allí y todas estaban como nuevas, así que les pasé un paño y me las agencié. Después de dos horas, mi habitación ya estaba lista. Me tiré en plancha sobre la cama y sonreí. Quizá no iba a estar mal de todo vivir allí.

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              DAVE

              — Cuatro de diciembre… —mi voz se coló en el despacho de Peter Marwol. Sin embargo, él ni se inmutó, siguió con el teléfono pegado a la oreja, discutiendo con uno de sus clientes.

              Hacía ya quince años de la muerte de mi madre, pero seguía doliendo igual que el primer día. Peter comenzó a soltar insultos varios, y mi cabeza decidió volar al día en el que mi madre me dijo adiós.

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              Vivíamos en uno de los lugares más bonitos del país, pero aquel día se veía de lo más lúgubre y melancólico, con lágrimas y suspiros por cada esquina. Subí a la habitación de mi madre y, desde la puerta, la contemplé en silencio. Siempre tenía la sensación de que iba a ser la última vez que la viera. La madera chasqueaba en la chimenea y mi madre, con un pijama que dejaba al descubierto una espalda débil y pálida, tenía la mirada perdida en la nada. Cerré los ojos y deseé volver atrás en el tiempo, que mi madre no estuviera enferma y que todo fuera como cuando estaba sana. Mi energía se centró en capturar ese momento, hacerlo eterno. Sin embargo, cuando abrí los ojos, mi madre ya se había marchado…

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              El invierno acabó, llegó la primavera y con ello la boda de mi padre. Al pasar tres meses decidió que había pasado suficiente tiempo como para llevar a su novia al altar, después de tan solo dos meses de relación. Me repetía una y otra vez que debía aceptar que mi madre no iba a volver, que él era libre de rehacer su vida, pero no podía evitar odiarle cada vez que le veía con la estúpida de su prometida.

              Al cumplir veinte años no pude aguantar las discusiones con mi padre y decidí marcharme de casa.

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              Como no tenía un duro, un colega que me debía unos cuantos favores, me dejó quedarme en su sótano. Con tan sólo veinte años lo único que hacía era dormir, emborracharme y tener encuentros sexuales con desconocidas.

              — ¿Y la droga? Me dijo tu colega que tenías coca —Preguntó la subnormal al acabar.

              Ni siquiera la contesté, me senté a un lado de la cama y me fumé un cigarrillo con la mirada perdida en las sábanas rojas.

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              — ¿Entiendes, no, Dave? —La voz del Sr. Marwol me sacó de mis recuerdos—. Ahora no hay ningún hueco, pero cuando abran la nueva inmobiliaria habrá un sitio para ti. Tenlo por seguro.

              — Entiendo —Asentí sin demasiada energía.

              — Louise me ha insistido en que necesitas el trabajo ya, y soy consciente de ello, de verdad Dave, pero debes entender que la situación de la empresa ahora no es buena.

              Volví a asentir.

              — Y ahora si me disculpas, he de hacer otra llamada.

              — Sí, claro —Me levanté y le estreché la mano—. Muchas gracias Sr. Marwol.

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              Antes de abrir la puerta de casa, escuche la escandalosa risa de Louise. Entré en el salón y la encontré tumbada en el sofá hablando por teléfono. Era igual que su padre, siempre con la oreja pegada a él. Me metí las llaves en el bolsillo y carraspeé unas cuantas veces para atraer su atención. Al verme, me dedicó una de esas sonrisas suyas tan perfectas y, después de colgar el teléfono, se acercó corriendo a mí y se tiró a mis brazos.

              — ¿Y bien? ¿En qué inmobiliaria trabajarás? —Preguntó agitada y dando pequeños saltitos.

              — Me ha dicho que tendré que esperar…

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              — ¡No! Pero si le dije que…

              La atraje hacia mí y la callé con un beso.

              — En cuanto abran la inmobiliaria de la calle Path, empezaré a trabajar.

              — Eso espero. Si no más le vale darle una buena excusa a su hija… —Comentó sonriente mientras se dirigía a la cocina—. Seguro que si hubieses ido con el traje que te he dejado esta mañana en la cama… ¿Cómo se te ocurre ir a una entrevista así vestido, Dave? —Señaló mi sudadera y después centró su mirada en mis zapatillas.

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              Me encogí de hombros. Louise empezó a hablar, pero desconecté. Nuestras vidas eran tan distintas… Su familia la adoraba, le habían regalado un piso en pleno centro de Rossbünd, conseguía todo lo que se proponía y estaba a punto de conseguir un puesto en uno de los bufetes de abogados más importantes de la ciudad. Yo hacía cuatro años que no veía a mi padre, no tenía trabajo, había dejado la carrera a medias, no tenía ni un duro y, para colmo, mi futuro dependía de lo que el padre de mi novia decidiera.

              — Odio cuando te quedas como un pasmarote —Se quejó dándome un empujón.

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              La tarde pasó lenta y aburrida. Louise se fue al gimnasio y yo me quedé embobado dos horas frente al televisor viendo una película sobre dos pingüinos y una morsa. No tenía nada mejor que hacer.

              Al dar las siete de la tarde me marché a casa de Allan, siempre estaba dispuesto a invitarme a unas cervezas y en media hora echaban el esperado partido de los Bálticos contra La Isla. Antes de mudarme con Louise, había vivido varios meses en su casa y, aunque me solía amenazar constantemente con echarme si no fregaba, vivía en el paraíso. Aún conservaba las llaves, así que podía ir siempre que quisiera. Nos conocimos en la universidad y, desde entonces, nos hicimos inseparables, a pesar de ser completamente opuestos y…

              Al abrir la puerta, me topé con una extraña de cabello pelirrojo meneando las caderas en la cocina mientras se hacía un sándwich.

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                Me ha gustado la historia. No puedo esperar por el encuentro entre Maggie y Dave!! Continua escribiendo pilzz. ^^

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                  Estaba esperando ansiosa el segundo capítulo y me encanta! Es desesperante esperar los nuevos capítulos, pero vale la pena. Seguí así :smile:

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