// Los que Quedan // - Capítulo 2 !

Luxy
Por Luxy en Historias Canceladas,
Las calurosas noches de verano me impedían conciliar el sueño. A altas horas de la madrugada aún seguía dando vueltas en mi cama, intentando dormir sin ningún tipo de resultado. Las sábanas, ya desde el principio de la noche, ligeramente sudadas, reposaban apartadas a un lado de mis pies. El brillo de la luna se colaba por la gran ventana sin que la persiana impidiera su llegada, y a su vez, las ventanas intentaban permitir el paso de una inexistente corriente de aire hacia el interior de la habitación. Por aburrimiento, seguramente, caí dormida al inicio del alba. Me desperté inquieta por un ruido a mi lado. Volví la cabeza y encontré una mugrienta cama contigua a la mía. En ella reposaba de espaldas lo que parecía ser una chica algo mayor que yo con ropas de hospital cutre. Algo confusa, centré mi atención en analizar el cuarto en el que me encontraba. Supuse que las paredes fueran en su día blancas, aunque el moho y las múltiples manchas, algunas de ellas de sangre reseca, hacían difícil la tarea de visualizar el color original. Mi cama era similar a la de al lado donde se encontraba la desconocida, y tenía a ambos lados dos mesitas metálicas de dudosa calidad sobre la que encima de una de ellas, se encontraba una bandeja también metálica con restos de algo que se podría denominar de muchas maneras menos como "comida". La amplia ventana que antiguamente presidía mi habitación, estaba ahora tapiada de mala manera dejando que tan solo entrara algo de luz artificial por la puerta media abierta que conducía a sabe dios dónde. El suelo, compuesto por frías baldosas de piedra, acentuaba la carencia de muebles del cuartucho. Interrumpiendo mi análisis, la misteriosa chica se incorporó. Con miedo, fingí dormir mientras sentía que se levantaba. Escuchaba como malamente se intentaba poner de pie. Chocó contra una de las mesas metálicas con algo duro que tenía en el brazo (lo tendría enyesado), y emprendió el camino hacia mi cama. Se tumbó en ella mirando hacia mí, a escasos centímetros de distancia. Para mi sorpresa, descubrí que uno de sus ojos estaba tapado con una venda ensangrentada y le faltaba pelo en diversas partes de la cabeza. Di gracias a la falta de luz por no dejarme ver más detalles de su rostro. Un taladro comenzó a funcionar al otro lado de la puerta, seguido de un agónico lamento, que hizo que la chica tumbada a mi lado se intentara incorporar y en el intento, cayera al suelo asustada y se arrastrara hacia una esquina de la habitación gimoteando. Alarmada, me levanté en su busca, y a pocos pasos de ella, gritó que no me acercara. - ¿Qué está pasando, de qué tienes miedo? - le pregunté. - Ellos - contestó a la vez que escondía la cabeza entre sus brazos apoyados en las rodillas. El grito que provenía de fuera, finalizó. - ¿Quiénes son "ellos"? - insistí. - Ellosellosellosellos... - repitió ininterrumpidamente. Su falta de explicaciones me puso tan sorprendentemente desesperada que la agarré por los hombros y la agité repetidas veces, sin importarme que su cabeza se estaba golpeando contra pared. En la habitación contigua, el ruido del taladro cesó cuando solté a la desconocida. Lo intenté una vez más: - Quiénes son - le exigí. La puerta de la habitación se abrió haciendo llegar a mis ojos una luz artificial que me cegó. Por ese motivo, en un principio sólo pude distinguir en la puerta dos figuras. Una parecía ser la de un hombre, y a su lado, una niña pequeña que sostenía algo en la mano que llegaba hasta el suelo. El hombre le dio una palmadita en la espalda a la pequeña, y se fue. La niña se acercó un poco, y mis ojos, más acostumbrados a la luz, pudieron captar más detalles de su aspecto. Iba descalza y llevaba las mismas ropas de hospital que mi compañera de cuarto, pero recientemente manchadas de un líquido rojo. Su pelo negro encrespado resaltaba su rostro pálido e inexpresivo por el que caían dos pequeñas gotas de sangre que provenían de dos agujeros en su frente. Lo que sostenía en su mano, no era otra cosa más que un gran taladro cuya broca llegaba al piso. - Somos los que quedan - dijo la pequeña sonriendo falsamente. A su espalda, la puerta se cerró sola y nos dejó a oscuras. El taladro, esta vez en la misma habitación en la que me yo encontraba, volvió a funcionar.
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