NatayaTahir

Historia finalizada ~_~Never say Never~_~

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Publicado (editado)


No, no he abandonado Romeo X Juliet, pero hacía cosa de un mes que esta historia iba rondando por mi cabecita y hasta que no la he escrito, no he podido quitarmela un poco de encima. No será muy larga, lo prometo. Solo lo justo y necesario. Me ha costado decidirme por un título, y no sé si tendrá mucho que ver con el relato, pero no me apetecía mucho calentarme la cabeza, así que he puesto lo primero que se me ha pasado (otros candidatos eran: Dos días, una noche y un giro de 180º o I hate you, I kiss you and I hate you again). Espero que os guste~~

Capitulo 1

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Nunca entendería porque la gente de los pueblos se quedaba ensimismada viendo a la gente yendo y viniendo de las grandes ciudades, parándose a observar cada cartel luminoso, señalando a los que llevaban ropa fuera de lo común o gritaban como locos a sus amigos, fijándose como posesos en todas las personas que se cruzaban delante de ellos (que no eran pocas) mientras comentaban todas y cada una de las tiendas que los envolvía. Como tampoco entendería nunca porque al presentarme me respondían que mi nombre era verdaderamente una belleza. Y un cuerno. Llamarse Amanda Nicolette Ridgway no tenía nada de bello. Tus padres, o bien podían hacer de tu vida un infierno (véase mi caso) o hacer que todos te quisieran (no tengo ningún ejemplo en particular, pero ya se me ocurrirá algo). Algún día obligaría a implantar una ley para que permitiera a los niños mayores de 10 años llamarse como les viniera gana, olvidándose de sus nombres paternales.

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Odiaba la tecnología cambiante día tras día, el consumismo desmesurado y a las niñas pequeñas muy presumidas. ¿Para que necesitaban estar guapas? ¿Acaso algún chavalín de 6 años se le declararía o qué? ¿No tendrían suficiente, en un futuro, arreglándose cada fin de semana para una cita que acabaría siendo un total fracaso? Ciertamente, no lo comprendía.

O sí, también odiaba a la gente. En general, a toda. A los chicos muy guapos por el que todas las chicas morían, a las muchachas demasiado repipis que solo sabían hablar de lo mismo (ropa-chicos-fiestas-ropa-chicos-fiestas-ropa-chicos-fiestas…), a los individuos inteligentes que nunca se conformaban con un aprobado, a todos los jodidos rebeldes que prometían de boquilla no aceptar a la sociedad y cuando crecían trabajaban para ella. A todos si, sin excepción.

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También odiaba aquél uniforme cantón y ridículo que nos hacía ser iguales. Yo no era igual a nadie, yo no quería ser como la masa que se paseaba frente a mis ojos, yo deseaba ser diferente, explotar en aquél mundo donde todo lo que no se ajustaba a su visión pasaba a llamarse friki. Patético. Y que no me vinieran con el rollo repetitivo de ser adolescente, de los cambios que sufríamos y todas aquellas gilipolleces psicológicas que los matasanos se inventaban para tener algo que decir a los padres. A mí no me la colarían tan fácilmente, no señor.

-¡Letty!-gritó una voz chillona sacándome de mis quejas mentales.

Perfecto, mi vecina, la señorita “poseo una sonrisa envidiable y una amabilidad única, todos me adoran, ¿por qué no lo haces tú?”, gritándome a aquellas horas. Imperdonable.

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-Katherine-murmuré aligerando un poco más el paso.

-¡Espera, Letty!-salió cruzando la cerca de su casa con paso torpe-¡Espera!

-¿Qué?-gruñí volteando y cruzándome de brazos. Ella me sonrió al verme parada, haciendo que sus pecas se hincharan y su cabello casi platino me cegara al posarse los rayos de sol en él.

-Mis primos y yo vamos de acampada este fin de semana y mis padres han hablado con los tuyos para que te vinieras. Ellos ya han dado su permiso y solo quedas tu para confirmarlo-cogió aire tras el discursito dado y yo intente mantener mi cara de inconformista. ¿Fin de semana con sus primos y ella? ¿Mis padres que diablos habían fumado? ¿Es que no sabían que la maría solo es para estudiantes de secundaria y universitarios juerguistas?

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-Creo que paso, Katherine-y me di la vuelta, dejándola con la palabra en la boca, aunque ella me agarró del hombro y me miró suplicante.

-¡Va, Letty! ¡Nunca sales a divertirte y por unas cuantas horas no ocurrirá nada malo, lo prometo!-y puso el dedo meñique delante de mi rostro, esperando a que yo entrecruzara el mío con el suyo. ¿Qué éramos? ¿Niñas de guardería? ¿Lo prometo? ¿Dedos meñiques?

-He dicho que paso y es que paso, ahora si me disculpas, mis deberes me reclaman desde mi mochila, por si no lo has notado-por supuesto, si Katherine brillaba por algo era por su cabezonería.

-¡Vas a venir! ¡Ya se lo he confirmado a mis primos y si no vienes tú, mis padres lo cancelan todo!

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Bufé exasperada y aparté sin delicadeza su pequeña y nívea mano de mi hombro. A veces gozar de poca femineidad y mucha rudeza venía bien.

-Katherine, sabes mi concepto del mundo y lo que pienso, así que dime, ¿por qué debería ir con tus primos y contigo a no sé dónde un fin de semana? ¿Eh? ¿Me lo puedes explicar?, porque mi limitado cerebro no lo pilla-indiqué ya harta de toda aquella situación de la cual quería escabullirme.

-¡Porque necesitas socializar más! Encerrada todo el día en casa, leyendo esos libros tan raros no va a hacer que tu vida sea mejor, querida-touché, aunque no lo diría en voz alta. Inspiré profundamente y sonreí con falsa comprensión.

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-Kat, querida, por última vez y espero que no insistas más, ¡NO! ¡Por todos los jodidos humanos del planeta, no!-grité ya encolerizada y me dirigí a mi domicilio con paso firme hasta por fin llegar a la casa de al lado, mi dulce, dulce hogar.

-¿Amy, ya estás en casa?-preguntó una madre empalagosa hasta decir basta.

-No, mama, en realidad estoy todavía en el instituto, esto que ves es mi holograma-refunfuñé subiendo las escaleras de dos en dos.

-¡Alto ahí, señorita! Baje inmediatamente las escaleras y diríjase al sofá-con el dedo índice indicó el salón y yo soplé arrastrando los pies.

-¿Qué he hecho ahora? Si es por esa estúpida invitación de señoritas de casa buena, tengo algo que…

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-Nada de eso, Amy-odiaba que me llamara Amy, aunque nunca lo recordaría, claro. Como nunca recordaría que en mi habitación se entra golpeando a la puerta antes y que esos posters horribles no son pastos para las llamas. Madres, se pasan la vida restregándote lo difícil que es su tarea, cuando no recuerdan todo lo que hacían en su juventud. Irónico, ¿eh?

-¿Entonces? ¡Ya sé! ¿Dentro de poco es la caza anual de papa, verdad? Sabes perfectamente mis ideas respecto a ese tema…

-Sí, hija, lo sé todo. Cada una de tus quejas, con todos sus puntos sobre las íes, sus comas y sus puntos seguidos. No es nada de eso, tranquila-y de repente se quedó allí pasmada, mirando un momento por la ventana. Aquello era extraño hasta para ella.

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-¿Mama?

-He visto a Katherine hablando contigo antes. Supongo que te ha comunicado la salida que hará con sus primos-y retiró la vista de la ventana para instalarla en mis pupilas-espero por tu bien, jovencita, que le hayas dado una respuesta afirmativa.

-¿Y por qué debería habérsela dado?

-Porque tu padre ha cerrado un negocio muy importante con el suyo, y para celebrarlo, nosotros, los adultos, nos vamos de fin de semana a un sitio y los jóvenes a otro-concluyó alzando una ceja al ver mi cara de poco disimulado horror.

-Ya he dicho que no. Además, tengo muchas cosas que hacer, como…

-¿Encerrarte para leer y jugar en el ordenador? O quizá, ¿reivindicas algo desde un foro?-vale, no era un gran fin de semana, pero era Mi fin de semana.

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-Tal vez-respondí guardando las formas. Mi madre no toleraba ninguna palabrota bajo su presencia.

-Pues ahora mismo le dirás a Katherine que irás con ella y sus primos. Sería muy desconsiderado por nuestra parte no aceptar la oferta...

-Claro, como vosotros no tenéis que aguantar nada…-suspiré y me mordí la lengua al presenciar la mirada furiosa de mi progenitora. Yo la llamaba, cariñosamente, “la mirada infernal”.

-No me hagas repetirlo, Amy-y levantándose, agarró el teléfono y tecleó rápidamente un número que ya se sabía de memoria-¿Katherine?... ¡hola preciosa! Mi hija quiere decirte algo…

-No puedes obligarme…-musité, sin embargo ella me incrustó el aparato en la oreja. Parecía que los astros no se alienarían para hacerme un favor y que en aquél momento ocurriera alguna catástrofe mundial. Una pena.

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-¿Letty?

-Hola de nuevo Katherine-murmuré de malhumor-como me ha comunicado muy tiernamente mi madre-nótese aquí mi ironía-debemos ir a celebrar no sé qué negocios, así que, en fin, cuenta conmigo-es mejor terminarlo rápido, de raíz, para que no duela tanto.

-¡Eso es estupendo, Letty! Nos lo vamos a pasar de fabula, mis primos son súper majos, ya verás.

-Lo que tu digas, corto y cambio-y colgué, depositando el objeto en su batería correspondiente e intentando matar a mi madre con el pensamiento. Desgraciadamente no funcionó-¿contenta?

-Mucho. Me lo agradecerás.

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Sin más sucesos recogí la mochila que se había quedado tumbada entre escalón y escalón, y subí a toda prisa las escaleras antes de que mi madre cambiara de opinión y quisiera que me retractara sobre alguna cosa más (como cuando empapelé la casa con panfletos de salvar el medio ambiente y no me arrepentí, a pesar de estar un mes castigada sin salir. Ya ves tú, que tragedia)

Una vez a salvo en mi cuarto (¿a salvo? ¿Seguro?), arrojé la mochila al suelo y me cambié con lo primero que pillé en el armario. El cabello, tan rojizo como el de mi padre, me caía largo hasta por debajo del pecho y era un engorro llevarlo así, no obstante mi madre insistía en que debía dejarlo suelto para ir al instituto. “Al menos el cabello te da aspecto de ser una chica, y no un marimacho travesti”, me dijo una vez, a lo cual le respondí con un no muy grato gesto con el dedo (dos días castigada limpiando la casa) y un sonoro portazo. ¿Y después dicen que quieren respeto? ¡Pero si no respetan a sus propios hijos, oye!

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Saqué mi agenda para confirmar todos los deberes que mis profesores mandaban a borbotones cada día. Y nunca daban su brazo a torcer, como si a ellos también los hubieran torturado en su época estudiantil (algo completamente seguro) y quisieran desfogarse con nosotros.

-¿Redacción de biología? ¿Desde cuándo en biología se hacen redacciones?-continué insultando a cada materia de la cual debía hacer algo y por fin extraje un montón de folios y un estuche negro sin dibujos. Odiaba los estuches con dibujos. ¿Es que acaso seguíamos estando en primaria? ¡Por favor, que el año que viene comenzaríamos la universidad!

-Veamos…um…la evolución…-destapé el bolígrafo y puse su capuchón en el culo de este, mordiéndolo. Era una estúpida manía que adquirí de pequeña y lo hacía cuando no se me ocurría nada.

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Como de costumbre y al tener la mente en blanco, concentrada en la evolución y en el señor Darwin, mi cuerpo comenzó a experimentar un estado de estupor y acabé tumbada en la cama terminando de leer Orgullo y Prejuicio. Más tarde ya llegaría el señor Nietzsche y su Más allá del Bien y el Mal.

-¡Nico!-gritó una voz al abrir la puerta apresuradamente y sentándose a mi lado, cayendo como un peso muerto.

-Hola a ti también, Em-cerré el libro y observé a mi hermana pequeña (solo por dos años) relamiéndose los dedos llenos de una sustancia pegajosa, con cierto color rosado que no deseé identificar.

-¡Mama ya me ha dicho que te vas con Kat! ¡Qué suerte!-sus ojos, de un verde tan claro como el mío, se clavaron en mí sonrisa torcida y disconforme. El cabello de ébano se movió al cambiar de posición.

-¿Suerte? ¿Suerte? ¡No me hagas reír, Em!-con un suspiro derrotado renuncié a mi amado Darcy, colocándolo en la mesita y observé a mi hermana en silencio.

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Había crecido mucho durante el verano, desarrollándose por completo, aunque todavía quedaban huellas de una infancia que no acababa de borrarse. Sus pestañas, eran largas y oscuras, como su cabello liso y deslumbrante, que brillaba al moverse. Se lo había cortado un poco, en contra de los consejos de nuestra madre, y siempre que podía lo recogía en dos graciosas trenzas. Su piel estaba más tostada que la mía y cuando reía sus pecas se multiplicaban en su rostro, dándole un aire benévolo y aniñado. Era una persona dulce, con una tranquilidad infinita, que se daba cuenta del lado bueno de las cosas. Todo lo contrario a mí. Lo único que nos hacía parecernos eran aquellos ojos color hierbabuena y la similitud de nuestro cuerpo, nada más.

-Claro que es una suerte. Mira, ¿recuerdas a mi amiga Georgina?-¿cómo no acordarse de la cotilla número uno del instituto? Para más señas, mirar el anuario, página 25, con un gran círculo en rojo que pone: METOMENTODO.

-Ajá-contesté asintiendo al mismo tiempo.

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-Me explico que los primos de Katie están para comérselos-podía ser tranquila, pero sus hormonas adolescentes seguían vigentes, reclamando por cuerpos masculinos bien formados (a poder ser sin camiseta y tirándose un cubo de agua por encima).

-¿Y…?

-¿Cómo que “y”? ¡Qué vas a pasar un fin de semana con ellos! ¿No ves ahora la suerte que tienes? ¡Ojala no tuviera que ir a esa horrible convención del conservatorio!-hizo un fingido puchero y pateó el suelo, dando a entender cuan molesta estaba.

-Emma, ya sabes que los chicos y yo no encajamos. Su sobredosis de hormonas, mi falta de ellas, su diminuto y escaso cerebro, mi desarrollado sentido intelectual…No, no pegamos-Em se rió ante mi comentario (ella era así, se reía de cualquier cosa que para su linda cabecita no fuera coherente) y me miró fijamente.

-Algún día te echarás novio, Nico. Sigues siendo una mujer.

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-Una mujer que terminará soltera y rodeada de gatos, junto a sus ejemplares más amados de autores que la apasionan.

-Eso es triste hasta para ti, hermana-indicó y yo me encogí de hombros.

-Al menos no sueño con que vendrá un príncipe azul y me llevará a su castillo con su corcel blanco. Soy realista.

-Por el amor de Dios, Nico-y aquí venía otra vez el discursito-te pasas la mayor parte del tiempo leyendo historias romanticonas de siglos pasados y ¿tú me dices que no sueñas con ello?-se paso las manos por el cabello y negó un poco con la cabeza.

-Es ficción, Em. Simplemente eso, además, estos libros saben mucho mejor que es el amor que los humanos de hoy en día.

-Otra vez lo mismo…-musitó para ella misma.

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-¡Romeo y Julieta! Quizá se enamoraron muy rápidamente, no obstante, se amaban tanto que se suicidaron. ¿Y qué me dices de Catherine? ¡Renuncia a Heathcliff para que no lo maten! ¿No te parece eso amor? ¿Y Penélope y su fidelidad durante veinte años a Ulises? ¿Crees que alguna mujer aguantaría tanto esperando a su marido?-en ese momento se me trabo la lengua de lo veloz que iba enumerando a todas las parejas literarias más notables, hasta que vi la mano de Em frente a mí.

-Lo capto, ¿vale?-Em sería también muy paciente, pero como todo, posee un límite-da igual, no volveré a sacar el tema.

-Conforme.

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-Por cierto, antes llamó Theo para pedirte un artículo del periódico de la semana pasada. No me preguntes el tema, porque ya ni lo recuerdo-y con un leve sonrojo en el rostro, se marchó de mi habitación, cerrando la puerta sin portazos, como le había enseñado desde pequeña.

Theodore Lucas North, mi mejor y único amigo en el planeta. Un chico peor que yo respecto a la tecnología y a la especie humana. Si a mí me habían obligado a comprarme un móvil (uno sencillo, a color y sin cámara, para llamar y ser llamada, para recibir y enviar mensajes, nada más) porque mi madre decía que quería tenerme localizada (aunque siempre estaba en casa, así que no conocía el motivo de su insistencia), Theo se había comprado uno en blanco y negro, lo justo para también mantenerse localizado (la obsesión paternal de que te puede ocurrir algo es inimaginable). Prefería mandarte una carta que escribir un e-mail en una pantalla, que según él, le quemaba las retinas y solo usaba el teléfono si era absolutamente necesario. Entendía el mando del televisor a medias y se leyó las instrucciones de la lavadora diez veces antes de ponerla en marcha (admitámoslo, ¿quién diablos entiende ese aparato con tantos botones y tantas opciones?)

(Fotos de tiempos pasados)

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Amaba los libros por encima de todas las cosas, era un vegetariano empedernido y su habitación parecía más una biblioteca de universidad que un cuarto de un adolescente. Odiaba que le llamaran Theodore, Lucas o derivados, así que debías dirigirte a él como North. Al ser su única amiga y con gustos bastante similares, tenía un permiso especial para llamarle Theo. Mi hermana también poseía este derecho simplemente porque los dos estaban colados el uno por el otro. ¿Cómo es posible?, os estaréis preguntando. Ni yo misma me lo explico, ciertamente. Todo empezó el día que conocí a Theo. Em me había hablado mucho de él (y cuando digo “hablado mucho” es hasta la saciedad, hasta resultar repetitivo y monótono, como un tema de conversación más. Sabía de memoria cuan brillante era su cabello castaño, como se subía las gafas con el dedo corazón y como sus ojos, de un tono chocolate con leche y un toque de miel, te observaban a través del cristal). A la pobre se le notaba a mil leguas que estaba por él y me pidió por favor que fuera a recogerla un día al conservatorio (dónde lo había conocido) porque por lo que ella sabía, poseíamos gustos similares.

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Como buena hermana y llevada a un plano de estudio (el comportamiento hormonal en una adolescente: efectos, causas y conclusión) la fui a buscar a la salida de su clase musical y allí vi al sujeto en cuestión. Fue fácil reconocerlo (hasta una nutria con los ojos vendados lo hubiera hecho) y ni corta ni perezosa, me abalancé a él y cuando estuve suficientemente cerca, bajé mi rostro para leer el título del libro que portaba.

“-Los despojos de Poynton, de Henry James-susurré y él alzó el libro y me miró-me gusta”.

Desde entonces comenzamos a entablar una buena amistad y vimos que éramos muy parecidos, pero también muy contradictorios. Yo no era vegetariana, por ejemplo, y me gustaba comer carne (solo pollo y algo de cerdo), sin embargo él me daba motivos razonables y coherentes de porque comer carne estaba mal. Yo asentía con la cabeza y él refunfuñaba por lo bajo al saber que no le escuchaba. Theo podía ser un gruñón si se lo proponía.

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El caso es que Em estaba enamorada de él y él también (se notaba cierto rubor en sus mejillas cuando la contemplaba en silencio o al hablar) y no comprendía porque simplemente no se hacían novios y punto. Sabían los dos de sobras lo que cada uno sentía, no obstante, seguían allí plantados, como imbéciles, esperando a que se iluminara un sendero milagroso y todas sus dudas fueran despejadas.

También era cierto que quizá tuvieran cierto temor al salir, ya que no tenían muchas cosas en común, pero ya lo dicen, ¿no? Lo opuesto se atrae, lo igual se repele. Tal vez por ese motivo Theo y yo nunca nos habíamos visto como hombre y mujer. Para mí era solo Theo, un ente sin sexo aparente con el que podía establecer una charla intelectual y discutir sobre varias cosas. Exclusivamente eso, Theo, mi mejor amigo y para él yo era lo mismo. Colette (como me nombraba, ya que era malo para recordar los nombres y daba la casualidad que su prima se llamaba Colette, una bonita abreviatura de mi segundo nombre que me encantaba), su mejor amiga y un ente sin sexo aparente.

(Presente)

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Agarré el móvil, que lo había sacado junto a los deberes y busqué en la lista el nombre de Theo. Tras dos timbrazos, escuché la voz grave de mi amigo.

-Em me ha informado sobre lo de pedirme el artículo 567 de mi álbum personal-no hacía falta saludarle, a él esas cosas le daban igual.

-¿Te importaría prestármelo? Quería hacer mi propio razonamiento sobre el tema, pero mi madre ha tirado el diario antes de que pudiera leérmelo.

-Te lo presto, si tú me secuestras este fin de semana-era un trato bastante justo, la verdad.

-¿Has aceptado la propuesta de tu vecina?

-Veo que no solo has pedido el artículo, sino que Em te ha contado mi estupenda salida con Kat-bufé molesta. A veces Em y él hablaban demasiado.

-Has aceptado-afirmó dándome las condolencias-mi consejo es que hagas la maleta con un mínimo de ropa y muchos libros.

-¿De autoayuda, no?-repliqué con mi lengua irónica-Como soportar a la repipi de tu vecina y a sus primos los pijos sin morir en el intento, ¿crees que existirá?

-Quizá tenga algún ejemplar en mi habitación. Te lo cambio por tu artículo.

-No, no me convences. Me gusta más mi trato-oí la risa seca de Theo a través del aparato y sonreí. Era difícil hacerle reír.

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-Sabes que tu madre me mataría si lo hiciera y la verdad, aún quiero vivir unos años más. Aunque sea aguantando a la humanidad-y dio un largo suspiro.

-¿Qué te ha ocurrido ahora?

-Nada, un idiota que se cree mejor que el mundo. Le he dado su merecido, a ver si se le baja los humos-noté cierta satisfacción en su voz. Theo odiaba a los capullos que iban de intelectuales y se creían superiores al resto. Y también al tipo de personas que yo odio y algunos más. Su extensa manía hacía la raza humana ya no me sorprendía como antes.

-Bien hecho amigo-en ese justo momento oí la voz de la madre de mi amigo llamándole.

-Como bien has oído, debo colgar. Además, la oreja me está comenzado a arder. Realmente odio estos chismes-y sin despedirse, ni desearme suerte para mi fin de semana mortal, Theodore Lucas North, mi mejor y único amigo, algo insensible con según qué temas (vale, yo tampoco podía hacer gala de ser muy sentimental, sin embargo mi caso era de vida o muerte)colgó el chisme.

Volví a la cama, tomé Orgullo y Prejuicio y lo abrí por la página señalada por el punto de libro.

-En fin, siempre me quedarás tú, Mr. Darcy.

Y hasta aquí el primer capitulo. Solo es una presentación de los personajes, más que la historia en sí.

Editado por Hinata_Nione

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    Amooooooooooooooor, has visto a Fernando Labradooor!?

    No, ahora en serio.

    Me mola, aun que ya sabes lo que opino lo de los pueblos, chss...

    Y Theo me mola, pero espero impaciente a los primos de Katherine :3

    Siempre tuya,

    Cova.

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      Me a gustado very mucho :D!!! ok queremos ver a los primos buenorros

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        Me gusto! sigue pronto =)

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          Publicado (editado)


          Siento mucho la espera! Pero he estado enferma (bueno, sigo enferma xD) y no he tenido mucho tiempo para escribir y hacer fotos y tal (basicamente porque he estado en la cama) hasta hoy, que me encuentro un poco mejor =) Espero que os guste el capitulo!

          Capitulo 2

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          Tras tres intentos fallidos de huida nocturna, un falso ataque de alergia (soy alérgica al marisco) y cuatro maneras distintas de suicidarse, el tan esperado fin de semana llegó de forma precipitada, sin que tuviera algún plan malévolo listo en mi cerebro para no asistir.

          Katherine tocó al timbre sobre las 9 de la mañana, una hora antes de partir y mi madre la hizo subir a mi habitación (otra cosa que odiaba de mi madre, que hiciera subir a la gente directamente a mi habitación. ¿Y si estaba desordenada y quería poner un poco de orden primero? O bien, ¿y si estaba desnuda o en ropa interior? Que no tuviera amigos a los cuales recibir, no significaba que me agradase que la gente subiera a sus anchas a observar mi intimidad)

          -¡Letty, buenos días!-gritó nada más abrir la puerta, mientras yo estaba de pie delante del armario, en ropa interior.

          -¡Lárgate de mi cuarto ahora mismo!-exclamé tapándome como pude hecha un basilisco.

          -¡Vamos, Letty! Somos mujeres las dos y no soy lesbiana.

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          Rodé los ojos ante tal evidencia y seguí vistiéndome, resignándome a que Katherine se sentara en mi cama, como si fuera de su propiedad, escrutándolo todo con sus curiosos ojos celestes.

          -Y bien, ¿Qué quieres? Me parece que aún no nos vamos-murmuré, pasándome la camiseta por la cabeza.

          -He venido a infórmate sobre un cambio de planes-sonrió, mostrando todos su blancos dientes-sé que te hacía mucha ilusión la acampada…

          -No sabes cuánto-refunfuñé irónicamente, abrochándome el pantalón.

          -Pero hemos tenido que suspenderla y…

          -¡Qué pena!-exclamé con falsa tristeza-con lo que me apetecía ir…

          -Aún no he acabado-carraspeó un poco y volvió a sonreír-nos vamos a una casita que posee mi padre en la costa. Es pequeña, pero muy mona y amplia.

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          Chirrié mis dientes, cerrando la puerta del armario de un portazo y maldiciendo a todas las constelaciones y planetas del universo. ¿Por qué no era un personaje de algún libro griego de tragedias? Acabaría muerta, si, pero alegre y feliz con tal de no aguantar a miss Felicidad y sus dos primos de mentalidades desconocidas.

          -¿Has hecho ya el equipaje?

          -Está al lado del escritorio-lo señalé ladeando la cabeza.

          -Supongo que no habrás metido ningún bañador o bikini, ¿no?-¿baña qué? Ni muerta pensaba en ponerme alguna prenda que dejara poco espacio a la imaginación, estando con dos chicos que seguro eran unos salidos.

          -No, claro. ¿Para qué?-intenté no sonar irritada, mas no lo conseguí.

          -Antes para nada, ahora para poder bañarte-y ni corta ni perezosa, se levantó de la cama, abrió mi armario dándome un leve empujón y comenzó a buscar algo.

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          -¿Se puede saber que haces?

          -Buscó tu bañador-dijo como si fuera lo más normal del mundo.

          -Alto ahí, Kat. Yo no voy a bañarme ni nada por el estilo-y la aparté, sin consideración, del armario.

          -¿Cómo que no? ¡Todos nos vamos a bañar! No puedes quedarte en una tumbona.

          -Pues es lo que haré, me tumbaré, leeré y apreciaré el gratificante Sol que hace hoy-expliqué-y os ignoraré de paso, haciendo que el fin de semana se pase volando-pensé.

          -¡No voy a dejar que te achicharres al Sol, Letty! Quiero que te lo pases bien y socialices un poco. Además, mis primos no muerden mujer, son un encanto de chicos-y tras decir eso, se encaminó de nuevo a mi armario, buscando un bañador. Katherine era obstinada como ninguna y era mejor no llevarle la contraria cuando se ponía así. Podía meterme el bañador en la maleta, pero eso no significaba que me lo tuviera que poner ¿verdad?

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          Tras una larga revisión a toda mi ropa, sus caras de perplejidad en según qué prendas (¿En serio te pones esto? ¡Si es horrible!), criticando muy a menudo la falta de ropas como faldas o camisetas ceñidas, encontró mi viejo bañador de años atrás, cuando hacía natación para despejarme, hasta que el profesor decidió hacer competiciones en parejas.

          Era de un tono poco concreto, una mezcla entre marrón y violeta bastante extraña, sin ser escotado y con una línea amarilla en la parte izquierda, recorriendo todo el bañador.

          -¿No tienes nada más?-preguntó mirando la prenda como si le ardiera en la mano.

          -Ese y el de cuando tenía diez años-me mofé internamente dándome por ganadora, hasta que el rostro horrorizado de Kat pasó a brillar, iluminado por un pensamiento que no me agradó.

          -¡Te prestó uno!-tiró el traje de baño donde lo había encontrado y dio una palmada-¡tengo uno perfecto para ti!

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          -Kat, no hace falta que me prestes nada. Llevaré a cabo mi plan inicial y…

          -¡No!-protestó aguijoneándome con su mirada-te presto uno. Lo meteré en la maleta y punto. Ya verás, Letty, nos lo vamos a pasar de miedo.

          Me dio un beso en la mejilla y yo le correspondí con otro (bastante forzado, por supuesto, pero si no se lo daba ella se quedaría allí plantada, mostrándome su delicada mejilla) para marcharse de mi habitación.

          -Bueno, que lo meta en su maleta, pero no me lo pienso poner-musité cuando estuve sola, saliendo para ir al baño y peinarme un poco.

          Recogí mi cabello en una coleta de medio lado, bastante cómoda para que los molestos pelos no se vinieran en mi cara. Claro que, cuando mi madre me vio con mi ropa habitual y aquél peinado nada coqueto, como ella lo denominó, subió conmigo a mi cuarto a buscar algo más decente.

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          -¿Pero qué tiene de malo está ropa?-protesté por enésima vez, mientras ella removía mi armario como minutos antes lo había hecho mi vecina.

          -¿Qué tiene de malo? ¿Realmente me lo preguntas, Amy? ¡Yo queriendo que des una buena impresión y tu vestida como si fueras a un bar hippie!-cerró la puertecita del mueble con rostro asqueado, exhalando con fuerza-voy a buscar algo de tu hermana.

          -¿Ropa de Em? ¿Estás loca? ¡Si no me gusta su estilo!-manifesté, mordiéndome el labio con fuerza para no romper nada.

          -Aquella falda que le regalé, junto la camiseta aquella…-pensaba en voz alta mientras salía de mi cuarto para ir al de Em.

          Después de diez minutos, apareció con un puñado de ropa que depositó en la cama.

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          -Escoge algo de aquí. Date prisa porque queda media hora para que te vayas-pero yo me quedé quieta, sin mirarla, con los brazos cruzados y resoplando de vez en cuando.

          -Repito, voy a ir con esta ropa si o si.

          La observé por el rabillo del ojo, descubriendo su mirada infernal, esa que hace que te estremezcas y quieras obedecerla sin pararte a pensar en si va con tus principios o no.

          -¡De acuerdo!-chillé, agarrando dos prendas de ropa sin fijarme-¿esto está bien?

          -Oh, buena elección, cariño. Aunque creo que este vestido te sentaría muchísimo mejor-me lo pasó, desvistiéndome con prisas (como si tuviera cinco años) y me lo puso. Se alejó unos pocos metros para verme bien.

          -Es horrible-susurré.

          -Es perfecto-creo que se iba a echar a llorar o algo, porque los ojos le brillaban con cierta emoción-ahora vamos a peinarte.

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          Me ahorro explicar el calvario que superé con un éxito cuestionable. Eligió una infinidad de peinados (con este cabello rojizo tan largo que posees y nunca te haces nada), decidió dejarlo suelto, proporcionándole volumen. Me maquilló un poco (en contra de mi voluntad, no obstante, las madres son demasiado tercas, imponiendo sus ideas a sus pobres hijas que anteponen la estúpida moda a la comodidad y el bienestar), hasta que Kat tocó el timbre y bajé corriendo, como si fuera una especie de salvación o algo así. Que equivocada estaba.

          -¿¡Letty!?-exclamó sorprendida-¡Estás…!

          -Sí, lo sé. Irreconocible. Ahora parezco alguien de tu especie, ¿verdad?

          -¡Estás guapísima!-añadió pasando mi comentario por alto-ahora sí que pareces una chica de tu edad.

          -Y una barbie sin cerebro-murmuré cuando se acercó mi madre.

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          -¿Verdad que está preciosa, Katherine?

          -Ha hecho un trabajo maravilloso, señora Ridgway. A Letty no le podría haber sentado mejor el cambio-y me sonrió como si me estuviera haciendo un gran cumplido.

          -Te he bajado la maleta, Amy. ¿Tus primos ya han llegado?

          -No tardarán. Henry me llamó hace diez minutos informándome de que estaban al caer-miró su reloj de pulsera, confirmando la hora.

          -¿Henry es el pequeño?-preguntó mi progenitora, bastante interesada.

          -Sí, Henry es el pequeño. Tiene mi edad, 16, es decir, un año menor que tu Letty-rodé los ojos, como si no supiera que después del 16 va el 17-Kilian es el mayor, tiene 19 años y estudia en la Universidad Técnica Nacional.

          -Vaya, esa universidad es bastante prestigiosa, ¿no? ¿Y qué estudia?

          -Tecnología de la imagen. Quiere ser fotógrafo-Kat y mi madre movieron la cabeza al mismo tiempo, como diciendo que aquello era una pérdida de tiempo.

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          Bufé indignada ante su gesto mutuo, alisándome el estúpido vestido que me resultaba del todo incomodo. Fotógrafo, ¿por qué era una pérdida de tiempo? A mí me gustaba la fotografía, en realidad todo lo relacionado con arte y pensaba hacer alguna carrera de ese estilo, a pesar de que mi madre me llamaría loca, entregándome en un dossier todas las desventajas de estudiar con algo relacionado a esa materia. Ella deseaba de todo corazón que fuera una abogada de renombre o una doctora muy calificada, nada más lejos de la realidad. Mi padre simplemente sonreiría afable, diciéndome que hiciera lo que más me gustara y que me olvidara de mi madre. Ya se le pasará, me diría.

          El ruido de una bocina se estampó contra mis tímpanos, haciendo que saliera de mi letargo. Vi a Kat que saltaba emocionada y corría hacía la dirección del coche que ahora estaba estacionado delante de mí casa. Me fijé en que un chico, un poco más mayor que yo, abría la puerta del conductor y mi vecina se tiraba a sus brazos, otorgándole una multitud de besos. Otro chico salió de la puerta del copiloto, del mismo tamaño que el otro.

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          -¡Venid chicos!-dijo la voz cristalina de Kat, como si fuera una campanilla-os presentaré a Letty.

          Se acercaron hacia donde estábamos mi madre y yo plantadas, contemplando la escena de reencuentro en silencio. Primero me fijé en el chico más alto, de un cabello negro como una noche sin estrellas, que caía sobre su frente sin orden. Sus ojos azules, igual a los de Katherine, recorrieron mi persona de arriba abajo, y una leve sonrisita se formó en su semblante. ¿A qué venía eso? Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando lo tuve justo delante, atravesándome con sus ojos color de acuario. Más de cerca comprobé que llevaba un piercing, y que su mandíbula era marcada, masculina, como sus pómulos y la forma de sus ojos, grandes y almendrados. Por unos segundos olvidé respirar.

          -Bien, Letty, señora Ridgway, estos son mis primos. Kilian Larce-señaló al chico de su lado, el que me miraba con una sonrisita en los labios-y Henry Junior-aparté un momento mi vista, para posarla en el otro individuo. Sin duda alguna eran hermanos, con aquél cabello tan oscuro y los ojos idénticos, pero se notaba que Henry aún no había superado sus facciones de niño, más suaves y menos marcadas. Aunque lo que más me llamó su atención fueron todas las tiritas y la mejilla marcada con una herida.

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          -Amanda Nicolette-contesté directa, haciendo un leve asentimiento con la cabeza.

          -Encantada chicos. Sois los dos muy guapos. Seguro que Amy también lo piensa-respondió mi madre, con esa típica frase que siempre te deja en ridículo-bueno, os dejo que yo me debo preparar. Un placer, jovencitos-y se retiró, dejando la maleta a mi lado, regalándome un sonoro beso en el moflete y cerrando la puerta tras de sí.

          -¿Amanda Nicolette?-preguntó Henry extrañado-¿No te llamas Letty?

          Una sonrisa sardónica surgió en mi interior hasta hacerla presente en mi boca.

          -Así la llamó yo, Henry. Le quitó Lette a Nicolette y cambió la “e” por la “y” para que suene mejor-explicó Kat-su madre la llama Amy, que es el diminutivo de Amanda.

          -Oh, sí, es verdad-y me sonrió-entonces, ¿no te importa si te llamo Letty? Amanda Nicolette es muy largo…

          -Como gustes-me resigné desde un principio, sabiendo que nadie me llamaría Amanda o Nicolette, alguno de los dos nombres completos. Aunque los odiara, de vez en cuando me gustaba que me nombraran de esa manera, sin acortarlo estúpidamente.

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          -Yo prefiero llamarte Nikki-por primera vez en toda la escueta conversación que llevábamos, se dignó a hablar. Su voz era profunda, un poco ronca y arrastraba las palabras, algo que tenía en común con su hermano.

          -¿Nikki?-encaré una ceja, desconforme. Nadie me había llamado Nikki en toda mi vida, además no me gustaba. Letty aún era soportable, como Amy o Nico, Colette era atractivo y coqueto, aunque nunca lo confesaría a nadie. ¡Incluso Amanette era simpático! (así era como me llamaba mi única abuela viva) sin embargo, ¿Nikki? Sonaba fatal y no me pegaba nada.

          -Si, Nikki. Lo digo porque te pareces a alguien que conozco.

          -¿A quién?-Kat y Henry nos miraban en silencio sepulcral, sin atreverse a meterse en la conversación. Mi intuición me gritaba exasperada que ellos ya sabían a quién se estaba refiriendo, pero no hice caso.

          -A una actriz porno-soltó tal cual, como si me hubiera dicho que Nikki era el nombre de una diosa nórdica bellísima.

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          -¿Perdona?-dije con cierto matiz amenazador, levantado bien la barbilla y apretando el puño con fuerza. Si continuaba de aquella manera, me haría daño en la palma de la mano con las uñas.

          -Ya me has oído-musitó como si le costara hablar-odio repetir las cosas-respondió con sencillez, mientras intentaba no abalanzarme a él y arrancarle la cabeza.

          Iba a replicar algo, no obstante Katherine lo agarró del brazo con cierta preocupación (y miedo, a decir verdad) grabado en la cara.

          -¡Es hora de irnos o no aprovecharemos este Sol tan estupendo!-manifestó con una sonrisa nerviosa.

          -¡Si, eso! Además, más tarde se hace imposible conducir-añadió Henry, que miraba a su hermano y luego a mí-¡Vamos!

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          Katherine arrastró literalmente a su primo hacía el coche, mientras me dedicaba una mirada significativa. Encima de haberme llamado actriz porno, se atrevía a mirarme de aquella forma amenazante. No sabía con quién se estaba metiendo, el muy engreído.

          -Perdona la actitud de mi hermano-musitó Henry tomando mi maleta-nunca suele callarse lo que piensa.

          -Perfecto entonces, porque yo tampoco-y arrancándole la maleta de sus manos con una pose no muy femenina, me dirigí al vehículo que acabaría firmando mi sentencia de muerte. Guardé la maleta en su lugar correspondiente y me senté atrás, delante de Katherine.

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          El viaje se me hizo largo y tedioso. Mi vista estaba fija en la ventanilla, absorta en mis pensamientos, haciendo que la rabia se disipara de mis venas y volviera a encerrarse en mi autocontrol.

          -¿Quieres regaliz roja?-preguntó el menor, sujetando una bolsa llena de esas chucherías.

          Observé el contenido absorta, hipnotizada por el color rojo de aquellas barritas conocidas por ser mi único punto débil. Cuando comía regaliz roja mi malhumor acababa esfumándose y me convertía en una chica risueña, con una sonrisita estúpida que enmarcaba todo mi rostro. No, no podía darme el lujo de comerme una y transformarme en esa clase de chica, frente a toda aquella gente. Antes muerta que mostrarme de esa manera.

          -No, gracias-respondí secamente, volviendo mi vista a la ventana, como si el paisaje fuera lo más interesante del mundo.

          -Como quieras-respondió él hincándole el diente a otra barrita inocente.

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          -¡Cuando lleguemos vamos a darnos un gran chapuzón!-informó Kat, pillándole una regaliz a su primo.

          -¡Claro que sí!-respondió este alegre-tengo ganas de estrenar mi nuevo bañador.

          -Vaya, Henry, nunca pensé que tuvieras tu lado femenino tan exteriorizado-se burló su hermano, haciendo un giro con el volante.

          -No seas idiota, Kily-le contesto Henry ofendido.

          -Y tú no utilices ese horrible diminutivo-refunfuñó molesto.

          ¿Así que aquellos hermanitos no se llevaban bien, eh? Malditos hipócritas, que engañaban a la gente haciendo ver que se llevaban a las mil maravillas.

          -¿Cuánto falta para llegar?-murmuré para romper con aquella tensión ajena que se había formado en el coche. Odiaba las tensiones entre desconocidos, cuando uno no sabe qué hacer frente a gente que no conoce (y que tampoco le importa mucho) compartiendo ese ambiente cargado e irrespirable.

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          -Una hora como mucho-indicó Kat, tragándose el último trozo del dulce-¿Estas ansiosa, Letty?

          -No sabes cuánto-ironicé, cruzándome de brazos, fijando nuevamente mi vista en aquel trozo de cristal que me permitía observar el exterior.

          -¡Juguemos a algo!-sugirió mi apreciada vecina-¡a decir palabras con la última silaba!

          -¡Si, eso! Empiezo yo-se quedó pensativo-Bombilla.

          -Llave.

          -¡Va, Letty, ahora tu! Con “ve”-dijo Kat, volteándose para mirarme-es difícil, ¿eh?

          Los miré a los dos ceñuda, y puse mi mejor gesto de no participar en aquel estúpido juego, pero ninguno de los dos me dejaría ir tan fácilmente.

          -Verdad-musité derrotada, sabiendo de sobras que ir en contra de Katherine me proporcionaría un terrible dolor de cabeza en vez de satisfacción.

          -Ahora Kilian, con “dad”.

          -Esa es aun más difícil-estuvo un rato pensativo, buscando alguna palabra que empezara con dad, sin mucho éxito-me parece que no conozco ninguna.

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          Y así se volvió a repetir el juego de la última silaba (al cual bauticé secretamente como juego no apto para suicidas en potencia) hasta llegar por fin a nuestro principal destino, la casa playera donde mi destino estaba escrito con una brillante y pulcra letra. Como lo odié, al muy cabrón. Sin embargo, tras salir del coche y contemplar mejor aquella casa, me quedé completamente embelesada. Era de madera, de un color blanco muy mediterráneo, sujeta por una multitud de columnas, dándole ese toque de playa y reprimí una exclamación de autentico deleite.

          -¿Qué te parece, Letty? ¿A qué es bonita?-me dijo Kat, a mi lado, abriendo el maletero.

          -No está mal-mentí como una bellaca, sacando mi maleta-creí que sería más grande-intenté sonar como si aquel gran caserón no me sorprendiera en absoluto, y creo que lo conseguí.

          -No creas que es pequeña, hay muchas habitaciones y está justo al lado del mar-explicó Henry, también a mi lado, sujetando su mochila-es preciosa.

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          -¡Va chicos, que no tenemos todo el día!-nos llamo la atención Kilian, abriendo la puerta y haciendo un gesto con la mano para que nos acercáramos.

          Subí las escaleras, arrastrando la maleta a mi paso, siguiendo a Kat y a Henry, que hablaban animadamente del baño que se pegarían en pocos minutos en el agua salada y que tomarían el sol hasta ponerse como cangrejos. Si luego les salía cáncer de piel, yo no me hacía responsable.

          Si el exterior de la casa era impresionante, el interior lo era mucho más. Estaba decorado con buen gusto, un poco sobrio y con poca decoración, pero teniendo en cuenta que iban allí por muy poco tiempo y una vez al año, si llegaba, era normal.

          -Letty dormirá conmigo-indico Kat sonriente-vosotros haced lo que queráis.

          -Separadas, por favor-suspiro Kilian, que se encerró en una de las habitaciones.

          -¿Siempre es tan sociable?-me mofé y Henry puso mala cara.

          -Muy pocas veces-me contestó Kat, con un rostro cansado que nunca le había visto-¡Bueno, Letty! ¡Te enseñaré nuestro cuarto!

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          -¿Nuestro? ¿Por qué ellos pueden compartir cuarto y nosotras no?-pregunte, temiéndome ya de antemano la respuesta.

          -¡Porque hemos venido a estrechar lazos y así evito que estés encerrada todo el día, como si no lo viera venir!

          Bufé irritada, dándome otra vez por derrotada. Odiaba a Katherine por esa cabezonería imborrable y de la que jamás podías salir triunfador.

          -Yo iré a cambiarme, os veo fuera chicas-nos guiñó el ojo a las dos y se internó en una de las estancias, junto a la de su hermano.

          -Bien, nosotras deberíamos imitarle-me condujo hacia una puerta, casi al lado de la chimenea, y reconocí totalmente el estilo de Kat en aquella habitación. Camas con sabanas de dibujos infantiles, colores chillones y todo muy femenino a decir verdad. Cosa que me provocó náuseas.

          -La decoré yo misma-dijo depositando la maleta en la cama y sacando ropa de ahí.

          -No hace falta que lo jures-me susurré, respondiéndome a mi misma.

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          -Tu cama es esa, espero que no te importe. Aquí dormía con mi hermana Isabelle cuando veníamos de vacaciones-apuntó, recordándome que Katherine poseía una hermana mayor, que hacía más de un año que se había casado con un hombre que no agradaba a su familia, revelándose contra ella y llevándose como regalo de boda la ignorancia de todos los de su sangre, incluida Katherine.

          El ambiente se tornó incomodo y sinceramente, nunca aprendería a desenvolverme en situaciones tan delicadas, que eran ajenas a mi persona. No tenía ese tipo de confianza con mi vecina y aunque ella intentaba ser cercana a mí, siempre me cerraba herméticamente para que no leyera a través de mis sentimientos. Solo a unos pocos les adjudiqué ese privilegio.

          -Aquí está tu bañador, Letty. Espero que te vaya bien, porque tú eres más… ¿Cómo decirlo? Vaya, que tienes más pecho-concluyó acercándome el bañador, que lo agarré y lo sujeté por los tirantes para verlo.

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          Lo primero que acerté a ver era el escote pronunciado de aquella pieza denominada bañador, después la falta de tela en la espalda, dejándola toda descubierta. Ni muerta me ponía yo eso, prefería achicharrarme al Sol que ponerme eso.

          -Kat, no- dije con el horror pintado en mi cara.

          -¿Qué tiene de malo? Es el bañador más soso que tengo y pensando que a ti te gusta el negro…

          -Vaya, así que pensó en si me gustaba el color o no, que considerada-razoné sarcásticamente y negué con la cabeza.

          -No es el color, es la forma, es muy…

          -¡Solo se es joven una vez, Letty!-expuso como si aquello resolviera todo mi quebradero de cabeza y mi negativa ante ponérmelo.

          -No creo que…-volví a la carga, aunque sabía que hacía rato estaba perdida.

          -Letty, si no te lo pones tú, te lo pongo yo, tú misma-me dio un pequeño ultimátum, el cual no quise creer. Maldita la hora que acepté irme de fin de semana con ella, sus primos y aquel bañador que poco dejaba a la imaginación.

          Editado por Hinata_Nione
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            que capullo es el kily ese 77 me a gustado mucho :D me as dejado con la curiosidad de como sera el bañador Ö

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              Me encanta, está muy interesante, desde luego tienes un don para expresarte :)

              Y la protagonista guapísima! n__n

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                Me encanta esta nueva historia,sin duda alguna tienes un don! Estoy deseando ver el siguiente capítulo,y el bañador,jajajaja.

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                  Wow qué identificada me siento con ésta historia, aunque me parezco más a Kat xD pero en algunas cosas estoy totalmente deacuerdo con Colette (^^)

                  La historia és genial, y lo que más mola es el detalle de ''Orgullo y Prejuicio'' jeje ese detalle y el hecho de que Colette sea el clon de mi hermana será lo que haga que por fin se lea una historia hecha con los sims, ¡seguro que le encanta!

                  És genial, me encanta tu forma de expresarte, el problema es que con la historia escrita y las fotos me lío @.@ porque no tienen el orden típico xD pero ya me acostumbraré.

                  Con lo que sí que me he liado ha sido con los nombres de los primos xD por un momento pensé que los nombres iban al revés, lo he pasado bastante mal xD

                  Por cierto, el pequeño ... Uauu sin comentarios.... ¡Lo adorooo! És guapísimo, rebelde y come-chuches *O* aah ojalá haya romance entre él y Colette, aunque sinceramente pega más con en universitario, y la historia sería mejor entre ellos pero soñar es gratis, ¿no?

                  Mientras tengas presente que adoro a mi rebelduchi-san *O* (L) ojalá fuera una sim, me lo ligaría a muertee! xD

                  (Nótese que no he usado los nombres de los chicos puesto que ya no sé quién es quién :P xD)

                  Por cierto me he reído muchísimo con lo de ''-¿Amy, ya estás en casa?-preguntó una madre empalagosa hasta decir basta.

                  -No, mama, en realidad estoy todavía en el instituto, esto que ves es mi holograma'' jajaja buenísimo :P

                  En resumen, que me encanta tu historia y que aquí tienes a una fiel seguidora (yo en la historia en la que haya un tio bueno ya me engancho y me hago fan, hago camisetas de los personajes y pido una peli de la historia, así que aquí estoy para lo que quieras xD lo que quieras tú y el primo pequeño, claro :wub: )

                  Así pues, ¡sigue pronto porfiiiiiiiiiiiiiii!

                  Bss

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                    Eeeeeeeeeeeeenci... me encanta... (un día, juro que dire que odio tus historias... (lo dudo))

                    Peeero, quiero actu... =)

                    Aqui estaré siempre para incordiarte un poco, cariño mio. (L)

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                      Venga,todas las fans de la historia juntas:¡Queremos actualización! ¡Queremos actualización! xd

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                        Pues si son todas las fans juntas...

                        ¡Queremos actualización, queremos actualización!

                        :P

                        Esperaremos lo que haga falta, ¡la historia está genial! Felicidades :)

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                          Siento muchísimo este retraso, pero como ya dije en mi otra historia Romeo X Juliet (aquí haciendo publicidad...xD) estoy concentrada en selectividad y además ahora tengo los examenes finales, total, un jaleo, falta de tiempo y de ganas, en resumen. He actualizado primero esta historia porque realmente me apetecía hacer las fotos y ya había acabado el capitulo (a Romeo X Juliet aun le queda algun retoque, pero pronto la actualizaré). No me enrollo más porque supongo que estareis ansiosas por leer, así que ahí va! Enjoy it~~

                          Capitulo 3

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                          El bañador, como bien había supuesto, no guardaba nada a la imaginación, dando un espectáculo suculento a aquel que me mirara. El escote mostraba mis pechos arrojando el pudor a un lado, junto con el ombligo. La espalda descubierta mostraba mis omoplatos marcados y mi columna vertebral, tapando levemente mi culo. Demasiado apretado, demasiado desvergonzado y demasiado… ¡Demasiado todo, maldita sea!

                          -¡Estas guapísima!-exclamó Kat al verme-preciosa. Vaya, nadie diría que tenias ese cuerpo, Letty.

                          -Oh, cállate-refunfuñé, haciéndome una coleta para que el cabello no me molestara.

                          -¡No te avergüences, tonta!-dijo risueña, mientras ella se deshacía el peinado-¡Vamos, la última en llegar hace la comida!

                          -Y un cuerno-solté mientras corría detrás de ella, intentando alcanzarla.

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                          -¡He ganado! ¡He ganado!-vociferó Katherine dando saltos-¡Te toca hacer la comida, Letty!

                          -Mierda-mascullé sentándome en una de las tumbonas, olvidando por completo mi aspecto.

                          -Va, Letty, no te enfades-Kat se tumbó en la de al lado-siempre he querido probar tu ensalada de pasta.

                          Bufé un poco, mirando el azul que se extendía por todas partes y escuchando atentamente el sonido de las olas al ir y venir. Sonreí interiormente, ya que el mar me encantaba, aunque no tanto como la montaña. Reconocí una silueta sumergida, con un tono de ébano como cabello y unos colores azules que debían ser su bañador. El corazón volvió a darme un vuelvo, sin pensar.

                          -¡Chicas!-gritó Henry al vernos, sacando la cabeza del agua. Mi corazón se tranquilizó en el acto, aliviado-¡Venid, el agua esta esplendida!

                          Katherine se animó en seguida, pero yo me rehusé a meterme en el agua. Ella no tenía que interactuar con aquella escasa ropa, porque su bikini era bastante tapado, aunque cualquier trozo de tela te tapaba más que lo que llevaba puesto.

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                          Contemplé como Katherine jugaba con Henry a tirarse agua (un juego muy infantil, cabe añadir) hasta que noté como alguien ocupaba el puesto donde Kat había estado minutos antes. Le miré por el rabillo del ojo, tragando toda la saliva que se había acumulado en mi boca sin previo aviso y el corazón comenzó a bombardear demasiada sangre a mi cerebro. No había experimentado aquella sensación de nuevo desde que…

                          -¿Eres muy amiga de Katherine?-preguntó sin tan siquiera mirarme.

                          -No mucho-contesté un poco malhumorada. Si creía que olvidaría lo que me había dicho y entablaría con él una charla así por las buenas, estaba muy, pero que muy equivocado.

                          -Sabes, detrás de esa mascara de tía dura se esconde una belleza-dijo como si tal cosa. Me quedé perpleja y lo fulminé con la mirada infernal de mi madre.

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                          -¿Pero tú quién diablos te crees que eres para hablarme de esa forma?-exploté. Aquello ya era la gota que colmaba el vaso. Primero me llamaba actriz porno y después decía que estaba cañón(bueno, de una forma más sutil).

                          -¿He dicho algo incorrecto?-expresó calmado, recorriéndome con sus ojos de arriba abajo.

                          -¡Maldito capullo engreído! ¡Si crees que puedes llamarme actriz porno e intentar ligar conmigo en un mismo día lo llevas claro, imbécil!

                          -¿Quién ha dicho que intentara ligar contigo?-de sus labios salió una media sonrisa-solo he señalado algo que es evidente.

                          Me sonrojé, lo supe porque mis mejillas ardían, aunque no sabía si por el piropo o por la rabia. Lo otorgué a la rabia, ni muerta me coloreaba por ese idiota. Me mordí la lengua antes de soltar cualquier barbarie de más y me crucé de brazos, mirándole con superioridad.

                          -Creo que me debes una disculpa-quizá podría desviar el tema.

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                          -¿Disculpa? ¿Por qué?

                          -¿Cómo que por qué? ¡No te hagas el olvidadizo!-volví a morderme la lengua-por lo que me has dicho nada más conocerme.

                          -¿Lo de actriz porno? Temo decir que solo señalé otro hecho-y abrió un libro que portaba con él, leyendo sin prestarme atención.

                          Dispuesta a no seguir poniéndome en ridículo por más tiempo, corrí como una posesa hacia el agua y me zambullí, incapaz de comprobar si el agua estaba muy fría. Solo deseaba que mi ira se aplacase y mantener las formas. Un asesinato en el apellido de Katherine no quedaría muy bien en los titulares y aun era demasiado joven como para desperdiciar mi vida en la cárcel.

                          -Letty, ¿verdad que el agua esta a una buena temperatura?-me gritó Kat acercándose a mí, con Henry pisándole los talones.

                          -Extraordinaria-musité cargada de sarcasmo y veneno, aunque no quería pagarlo con Katherine. Ella era una pesada, pero al menos no andaba insultándome como su abominable primo.

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                          -¿Te ha hecho algo mi hermano?-preguntó Henry algo preocupado, frunciendo el ceño.

                          -Soy suficientemente mayor para apañármelas sola, gracias-bufé y continué nadando, no obstante, Kat me cogió del tobillo y tiró de mi.

                          -¡Eres mi invitada, Letty! No dejaré que mi primo sea desagradable contigo y…

                          -No importa, Kat-respondí sorprendida por su preocupación-soy bastante mayorcita como para…

                          -¡Haré que te pida perdón!-exclamó divertida-si cree que puede ir insultando a una amiga mía y quedarse tan tranquilo, es que no me conoce suficiente.

                          Miré por un momento a la chica rubia que siempre consideré demasiado buena como para poseer aquella sonrisita maquiavélica que daba escalofríos. Ni yo en mis peores días podía sonreír de aquella forma.

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                          Salió del agua, abandonándome junto a su otro primo, Henry, que la observábamos desde el agua con suma atención. Por el rabillo del ojo comprobé que el menor había adquirido una sonrisita de orgullo y sus ojos se mostraban de igual manera, reservando una gran estima hacia su prima. Pero aquellos ojos, aquella sonrisa, todo el conjunto alcanzaba cierto grado de rareza a medida que seguías mirándolo, como si…

                          -¡Kilian Larce!-gritó Katherine como una enajenada al poner el primer pie en la arena-¡Lo de antes te lo he pasado por alto, porque no quería montar un espectáculo delante del vecindario! ¡Pero, uy, ahora que estamos solos, te vas a enterar de quien es Katherine Lilian!-y sin más palabras, se lo llevo dentro de casa para darle, lo que según parecía, una buena bronca.

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                          Henry reía a mi lado, a carcajada limpia, señalando la zona donde segundos antes había estado su hermano. A causa de su risa contagiosa, yo también acabé medio riendo, disimulando perfectamente con un ataque de tos.

                          -¿Has visto la cara de Kily?-dijo cuando se fue calmando-¡Lo que hubiera dado por una cámara!

                          -Lo mejor ha sido el grito de basilisco de Kat-argumenté-nunca pensé que tuviera tan mal genio.

                          -Oh, y eso ha sido controlable. Prefieres no tenerla cerca cuando tiene un mal día de verdad-explicó e hizo una pequeña muestra de cómo se ponía su prima, la chica inocente de sonrisa perfecta y carácter afable, cuando las cosas no salían como ella quería.

                          -Ciertamente, jamás la he visto de mal humor-susurré pensativa.

                          -Eso es porque te admira mucho.

                          -¿Me admira mucho?-arqueé una ceja de forma interrogativa y él asintió.

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                          -Me ha hablado mucho de ti, ¿sabes? Muchas veces nos explica, a Kilian y a mí, las cosas que haces o dices, anécdotas o tonterías, por el simple hecho de que eres como quieres ser y no como te lo piden-me reveló muy tranquilo.

                          Si mis mejillas estaban teñidas de rojo anteriormente por la furia, ahora estaban teñidas de vergüenza, algo que pocas veces solía ocurrirme. ¿Katherine explicando cosas de mí? ¿A sus primos? ¿Siendo admirada? ¿Seguía en la Tierra o había sido abducida por los extraterrestres y estaba en un mundo paralelo? ¿Houston? ¿Hola? ¿Me responde alguien?

                          -¿Tanto te sorprende?-preguntó casi sintiéndose ofendido.

                          Vacié mi mente de todos aquellos pensamientos sin sentido y balbuceé unas cuantas incoherencias. No todos los días te dicen que eres admirada por alguien que te da exactamente igual.

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                          Y una pequeña, enana, casi milimétrica parte de mi se consideró culpable por el trato que le daba siempre a Katherine, cuando ella en realidad me tenía en gran estima, más de la que me merecía.

                          -Supongo que no lo sabías. No digas nada, ¿vale? Guardémoslo como si fuera un secreto-me lo hizo prometer de cuatro maneras distintas, hasta que por fin se sintió seguro del trato y agitó el brazo cuando Katherine volvió a hacer acto de presencia, con la apariencia usual de niña buena, poseo una sonrisa mejorada de la Barbie.

                          -Todo resuelto-concluyó-te espera en su cuarto para pedirte disculpas. No tardes-me guiñó un ojo y agarró a Henry del brazo, para continuar con su pelea de arrojarse agua.

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                          De forma automática, entré de nuevo en la casa, buscando mis tan ansiadas disculpas. Le agradecí mentalmente a Katherine por la reprimenda que le habría echado a Kilian, nunca dispuesta a decírsela en voz alta. Aunque desde que Henry me había confesado aquella admiración que Kat sentía hacia mi persona, la miraba de otra forma. Además, la revelación casi mística de que ella poseía un mal carácter mil veces peor que el mío me hizo feliz. Feliz por saber que continuaba siendo humana, tras la fachada de inocencia.

                          Me puse algo por encima, para no desconcentrar al sujeto en cuestión, conociendo de antemano todo el repasó que me había dado en la playa.

                          Piqué a la puerta, una, dos, y hasta tres veces sin que nadie me abriera. Respiré hondo y entré. Ya había picado, ¿no?

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                          La estancia estaba impoluta, brillante y de decoración sobria, pero nadie se hallaba en su interior. Me encogí de hombros y bufé molesta. Quizá él le habría jurado a Katherine que se disculparía, claro, con los dedos entrecruzados, pensando en una nueva manera de sacarme de quicio.

                          Me senté en la única silla vacía, frente al escritorio, donde me topé con una libreta medio abierta, escrita con letra apretada y fina, masculina. Los bolígrafos eran de distintos colores, como si hubieran escrito muchas personas a la vez, sin embargo, la letra era la misma, lo que significaba que el escritor lo hacía cuando le apetecía o cuando tenía alguna idea repentina y la apuntara con lo primero que encontrara.

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                          Leí la primera pagina abierta, tinta negra se desplegaba frente a mis ojos, manchando la virgen hoja blanca.

                          ¿Qué es este sentimiento desgarrador que traspasa mi corazón? ¿Es la soledad que vuelve de visita? O tal vez es la tristeza muda que recorre cada fibra de mi ser, dándome un estado de melancolía que me mata poco a poco. ¿Por qué algo que no ves, que solo sientes dentro, duele más que cualquier dolor físico? ¿Qué son exactamente los sentimientos? Temo saberlo, me aterra entenderlo.

                          Releí aquel fragmento un par de veces más, dejándome con un regusto amargo en el paladar y un no sé que dentro del pecho. Leí el párrafo de abajo, de color rojizo.

                          ¿Dónde quedaron aquellos besos? Ahora son solo ecos lejanos de placer…

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                          No había fechas, nada que indicara cuando había sido escrito, nada que te dijera si aquel día hacia sol o estaba nublado, si era fiesta o laborable, solo palabras cargadas de profundos sentimientos, secretas, incapaces de ser desveladas frente a otra persona. Y allí estaba yo, leyendo como una posesa, absorta por cada vocal, por cada consonante, notando el peso de la angustia como si fuera mía, aturdida por la veracidad de las frases, de los puntos y aparte, de los diferentes colores que daban un mosaico de alegría en aquel triste cuadro. Al momento me obligué a cerrar el cuaderno, a no seguir leyendo la privacidad que realmente no me pertenecía, aunque lo sintiera así. Las lágrimas se arremolinaban, amenazantes, dejando entrever mi yo débil, aquel ser que había enterrado a base de palos, a base de ser quien realmente quería ser, a base de mi yo fuerte, retorcido y cruel, y me pegué un gran pellizco en el brazo hasta soltar una maldición y volver a mí misma.

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                          -¿Has esperado mucho?-una voz me sacó del estado de sopor que experimentaba, arrastrándome de nuevo a la realidad. Una voz grave, arrastrando las palabras, un poco resentida.

                          -No-mentí-acabo de llegar.

                          Escudriñó la libreta, a mi lado y asintió para él al comprobar que estaba sellada. ¿Y si me hubiera pillado, allí, leyendo sus cosas, descubriendo lo que solo él conocía? Una vulgar desconocida, una vulgar…

                          -Estaba en el baño-carraspeó-terminemos cuanto antes. Te pido disculpas por mí comportamiento. No era mi intención que te sintieras insultada o ultrajada.

                          -De acuerdo-musité, todavía cerca de mi mundo, todavía demasiado cerca de mi debilidad-¿algo más?

                          Me contempló, analizándome y casi iba a decir alguna de mis frases mal sonantes, pero no fui capaz. No podía decir algo horrible a alguien que guardaba aquellos sentimientos tan cercanos a mí misma.

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                          -¿Estás bien?-se acercó un poco-estas pálida, más de lo normal.

                          -Estoy estupendamente, idiota-solté al comprobar que estaba demasiado cerca para mi salud-espero que no vuelvas a repetir el incidente de hoy, porque sino no me contendré.

                          -¿Eso es una amenaza?

                          -Tómatelo como gustes, solo he señalado algo que es evidente-contesté, sonriendo con mi sarcasmo habitual, y salí de su habitación rozándole sin querer y eso fue suficiente para que mi sistema nervioso no coordinara, mis pies se tornaran de gelatina y mi cerebro se declarara en huelga.

                          Caí como una soberana gilipollas al suelo, dándome de morros contra los azulejos, oyendo una leve risotada detrás de mí. Perfecto, lo que me faltaba. Hacer el ridículo por culpa de unas hormonas estúpidas que creí haber extinguido. Espera, ¿dije realmente que era culpa de las hormonas?

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                          -Vaya, aparte de ser una tigresa de uñas largas eres una patosa, ¿Quién lo iba a predecir?-me levantó lentamente, sujetándome contra él, hasta captar un aroma fuerte a jabón, a limpio, algo que me dejó KO al acto.

                          ¡Mayday, mayday, Houston tenemos un grave problema por aquí!

                          -¿Te has hecho daño? Veamos si hay sangre-sus ojos azules penetraron con fuerza en los míos, alejándome por completo de todo y sumergiéndome en un extraño sopor placentero.

                          ¡Repito, mayday, mayday, Houston, la nave espacial se va a la mierda!

                          Me sentó en la cama, con una delicadeza que creí que no tenia y empezó a mirar si me había hecho alguna herida.

                          Demasiado cerca, demasiado cerca, demasiado cerca… ¡Houston! ¡Responde! ¿Dónde diablos te has metido, cabrón?

                          -No te has hecho nada-y tras aquella afirmación, apartó un mechón de mi cabello.

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                          ¿Houston? ¿Por qué me has abandonado?

                          -No me toques-logré escupir con voz temblorosa para erguirme y marcharme rápidamente de aquel calor sofocante. ¿Cuándo habían puesto la calefacción?

                          Como toda respuesta obtuve una risotada entrecortada, y lo fulminé con la mirada (algo que parecía no tener mucho efecto, pero que yo continuaba intentándolo).

                          -Tranquila, tranquila, no iba a hacerte nada, ¿eh?-y volvió a reírse como si nada, como si yo fuera en realidad una decoración más de la pared. La rabia reapareció otorgándoles a mis mejillas ese color rojizo tan característico y me marché antes de cometer un asesinato de primer grado.

                          Quizá no había sido la huida más digna y había quedado como una completa cobarde, pero era mejor así, me repetía, era mejor así.

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                          Me duché para bajar la tensión y quitarme la poca sal que mi cuerpo había absorbido. Oí a Katherine entrar en la habitación antes de abrir el agua y picó a la puerta del baño.

                          -¡Cuando acabes ves a la cocina!-dijo-¡Recuerda que te toca hacer la comida!

                          ¡Joder!, pensé ya que no me acordaba de la pequeña carrera con Katherine.

                          -Perfecto, encima esto. ¿Por qué no me habré roto una pierna?

                          El agua templada acarició mi piel y sentí que todo se podía ir al mismísimo infierno si eso significaba un poco de descanso. Y eso que solo llevaba unas pocas horas en aquella casa, no obstante, dos ataques de rabia, la revelación de una admiración secreta (a voces, excepto que a mí no me llegaba) y comprobar de primera mano los pensamientos privados de un desconocido que se asemejaba a mi era suficiente como para dejarte agotada para toda una semana.

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                          En la cocina me esperaban todos los ingredientes, puestos en orden y agradecí a Kat y a Henry aquel gesto, porque sinceramente me daba mucha pereza ir buscando todo lo que necesitaba. Lavé bien la lechuga, hoja por hoja, contenta con tener algo de trabajo para mantener la mente despejada y la fui poniendo en el bol de ensalada. Lavé el resto de hortalizas, corte los tomates, pelé la zanahoria y puse a cocer cuatro huevos (uno por cabeza) junto con la pasta. Corté jamón dulce y queso fresco y lo lancé sobre la lechuga, como el resto de ingredientes. Cuando todo estuvo listo grité (poco femeninamente, cabe decir) a todos los miembros, anunciando que la comida estaba hecha.

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                          -¿También sabes cocinar, tigresa?-la mofa impresa en la última palabra era palpable y supe en seguida de quien era la voz.

                          -Ten cuidado, tal vez le he puesto mata ratas a tu plato-solté mordazmente, sonriendo de oreja a oreja. ¡Chúpate esa Houston!

                          Henry y Kat se presentaron antes de que Kilian pudiera decir algo, y sonreí aun más por dejarle con la palabra en la boca.

                          No hace falta decir que la comida me supo a gloria, y Henry y Katherine me alabaron por la famosa ensalada de pasta (famosa porque mi madre siempre comentaba con la madre de Kat lo rica que estaba y blablabla, cosas típicas de madres).

                          No pase por alto el taladre de una mirada que no se apartaba de mi, colérica por mi sonrisa triunfante y hasta me permití ser un poco infantil y sacarle la lengua mientras los otros dos no me veían.

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                          -Ya recogemos nosotros, Letty-dijo amablemente Katherine.

                          Me negué a que alguien recogiera la mesa y me ayudara a lavar los platos. Interiormente, muy a mi pesar, tenía una pequeña manía, casi enfermiza. Me gustaba lavar yo los platos, me gustaba llenarme las manos de jabón y frotar la suciedad hasta acabar con ella. Solo Theo conocía esta ridícula manía.

                          Todos se encerraron en algún cuarto, Kilian en el suyo y Katherine y Henry en el nuestro, porque querían discutir no sé qué historias. Fregué a conciencia aquellos platos, que por lo visto eran bastante caros (pijos descerebrados. Mira que gastar tanto dinero en platos cuando hay gente muriéndose de hambre…) hasta que al fin terminé, dejándolos en el escurridor.

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                          La tarde se presentaba tranquila y estaba dispuesta a leer fuera, disfrutando del sonido de las olas como compañía y del Sol como vigilante. Ni se me pasó por la cabeza picar a la puerta, ya ves tú, ¿Qué podrían estar haciendo Henry y Katherine, primos, aparte de reírse y charlar? Bien, pues aquí va un consejo: Pica a la puerta siempre, remarco, siempre.

                          ¿Quién iba a poder imaginarse que Katherine, la pura y virginal Katherine, le estaba metiendo la lengua hasta el estomago a su primo, recalco, su primo Henry? Por lo visto, toda la humanidad excepto yo. Porque allí estaban, metiéndose mano como unos desesperados, no se sabía donde comenzaba una pierna y donde acababa la del otro, revueltos como estaban sobre la cama y matándose a besos, y no muy decentemente.

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                          Otra cosa más para rematar, Katherine, mi vecina, doña poseo una sonrisa envidiable y una amabilidad única, todos me adoran, ¿por qué no lo haces tú? se estaba morreando con su primo Henry, el típico chico rebelde de cabello revuelto y lleno de heridas en la cara por continuas peleas, en la estancia que tenia frente a mí.

                          -Debí haberme tirado por la ventana cuando tuve la oportunidad-dije mentalmente, cerrando la puerta y dando gracias a alguien por no haberla abierto de sopetón.

                          Ciertamente, descubrir los secretos de toda la familia de mi vecina no entraba dentro de mis planes para el fin de semana, ni para ningún otro día.

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                            SE A LIADO CON LA KAT OMG >;OOOOO , bueno muy chulo como siempre PERO OMG SE A LIADO CON SU PRIMO

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                              Como me lo esperaba de Kat... mucha barbie, poco putona, no rimaba eso eh? xD

                              en fin enci, que ya eres casi universitariaaa :D

                              quien te vera rodeada de universitarios...que lastima que tengas novio! HAHAHAHAHA

                              (Siento romperte las ilusiones)

                              Y bueno, el Kily este, vaya cacho de pan, quiero uno asi en casa... D:

                              En fin,

                              Siempre tuyaaa!

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                                oh!! otra historia tuya que me encanta, aunque me quedo con la de Romeo! jejeje

                                pero espero que tambien continues esta, no sera mucho pedir no?

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                                  Se ha liado con su primo! Ö

                                  Que fuerrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrte!

                                  Dios,me encantan tus historias,escribes de una manera impresionante,y encima las fotos ilustran perfectamente el texto.

                                  ¡Aquí tienes a tu fan número 1!

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                                    Hola ^.^

                                    Soy una nueva lectora xD

                                    Para empezar, quiero decirte que me encanta tu forma de escribir, tu manera de describir las situaciones y los pensamientos de los personajes.

                                    Despues, me encantan tus personajes (tienen unas caras hermosas (no se como consigues hacerlas asi TT.TT) y tus historias (tambien he leido Romeo X Juliet).

                                    Y para terminar, tambien me encantan los decorados xD

                                    Todo en tus historias es genial, maravilloso.

                                    Sigue asi, y sobre todo, sigue pronto xD

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                                      Cool!!! Me encanta!! A ver cuando el nuevo capi!! =)

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                                        no me lo puedo creer... los primos juntos!! jajaja

                                        y yo que al principio creia que la prota y él iban a salir juntos.

                                        Veo que me he equivocado y que los tiros van por otro lado :P

                                        sigue pronto!

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                                          Y mientras espero ansiosa mi nota de sele (el jueves me la dan!) voy actualizando, para calmar un poco los nervios y olvidarme un rato. Y no, no me he olvidado de Romeo X Juliet...pero esta en proceso! (Me vienen muchas ideas, además de que no creo que tarde mucho en acabarla). Espero que os guste la actu, adoro hacer cabrear a Letty~~

                                          Capitulo 4

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                                          Una cosa quedaba clara: Katherine no era la chica buena, extrovertida y santa que todo el mundo creía que era. Oh, no. Mis ojos, por azares de la vida, habían descubierto un jugoso secreto que rompía cada uno de los esquemas que me había montado sobre ella.

                                          Estaba liada con su primo, manteniendo ellos sabían que oculto, metiéndose la lengua por lugares inhóspitos y prefería no preguntar a qué nivel de relación se hallarían. Malo, muy malo y los traumas, por mucho que quieras, no se olvidan.

                                          ¿Sabría Kilian la estrecha relación que sostenían? ¿O seria también un pobre engañado, con venda en los ojos a juego? Tampoco deseaba pensar en ello.

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                                          Ahora debía añadir algo más a mi lista para el día, dos ataques de ira, la revelación de la admiración secreta que Katherine profesaba por mí, los sentimientos de un extraño que sentía como míos y el descubrimiento una relación familiar que traspasaba los limites de cariño convencional para adentrarse a una selva atestada de maleza, complicaciones y una fauna emocional que desconocía. Si seguía así, acabaría hospitalizada.

                                          -Podría escribir un culebrón-pensé mientras buscaba un libro en la estantería del salón. No había mucho donde escoger, pero no volvería a entrar en la habitación ni aunque me pagaran. Nada peor que ir interrumpiendo ese tipo de cosas

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                                          Una lluvia fina comenzó a caer arruinando por completo mi plan de leer bajo la calidez del Sol. Ya que nada me salía según lo planeado, decidí echarme en el sofá, maldiciendo en voz baja, poniéndome cómoda junto con un libro que parecía interesante.

                                          Después de aproximadamente media hora de lectura, me di cuenta de que el libro no era tan interesante como había supuesto y por el contrario estaba lleno de tópicos aburridos, ñoños y bastante conocidos.

                                          -No podían ir a meterse la lengua a otra parte, no, tenían que hacerlo precisamente ahí, claro-refunfuñé, cerrando de golpe el libro-y ya podían poner más seguridad, no sé qué habría pasado si Kilian lo hubiera descubierto. Panda de ineptos.

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                                          Para mi desgracia, lo que pretendía ser un susurro salió casi como un grito y justo en ese preciso instante debía aparecer don oportunidad, mirándome como si le hubiera acabado de confesar que en realidad era de Marte y tenía seis brazos.

                                          -¿Descubrir qué?-preguntó preocupado.

                                          Que alguien me dijera que todo aquello era una cámara oculta, por favor, y que en realidad mi mala suerte no era tal, solo una broma pesada. Sin embargo, como nadie salió de detrás de ningún mueble y gritó: ¡En efecto, todo esto es una broma, sonríe a la cámara!tuve que morderme fuertemente la lengua e inventar con rapidez una excusa creíble, sonando tranquila. Al final, no tuve que inventarme ninguna excusa.

                                          -¿Los has….visto?-murmuró con un deje impaciente.

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                                          ¿Visto? ¿Acababa de decir visto, verdad? Entonces, ¿él lo sabía, no? ¿Eso significaba que podía respirar sosegada de nuevo, cierto? Di un largo suspiro, notando como mis hombros se relajaban y un peso abandonaba esa región.

                                          -¿Lo sabes?-le di a entender que así era.

                                          Asintió despacio, para sentarse junto a mí, mirando directamente al suelo.

                                          -Ellos no saben que lo sé.

                                          -¿Cómo lo supiste…?

                                          -Les pillé sin querer un día que Katherine se quedó a dormir en casa. Fui a la cocina a buscar agua, y me fui de allí corriendo, con el rostro desencajado y olvidando que me moría de sed.

                                          -Vaya, son bastante despreocupados. Se dan el lote en cualquier parte-objeté, recordando que no habían puesto ninguna seguridad para cerrar la puerta.

                                          -Demasiado-exhaló, en parte con cierto cansancio, en parte resignado.

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                                          No volvimos a abrir la boca, cada uno inmerso en sus propios pensamientos. Y yo pensando que el fin de semana seria aburrido, que equivocada estaba. Miré de reojo a Kilian, cabizbajo, enfrascado en su mundo y un algo se movió dentro de mi pecho. Recordé por inercia cada uno de los párrafos coloreados de aquella libreta de penas, la angustia incesante que se había instalado en mi garganta y moví la cabeza bruscamente para que todos aquellos razonamientos se alejaran y quedaran ocultos bajo un montón de hormigón cerebral y algún que otro ladrillo.

                                          -Es raro que no te hayas echado a gritar o algo por el estilo-dijo él de pronto, sacándome de mi ensimismamiento.

                                          -¿Qué querías que hiciera? ¿Gritarles que son unos degenerados por ser familia? ¿Darles una abuuuuurrida charla sobre lo que está bien y lo que está mal? No soy nadie para decirles nada, que se apañen, son mayorcitos-decreté escupiendo las últimas palabras, para después agarrar el libro y continuar con la lectura.

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                                          Captó el mensaje porque no volvió a abrir la boca y yo lo agradecí. No me entusiasmaba la idea de discutir, ciertamente. Aunque tampoco sabía muy bien de qué.

                                          Encendió el televisor, haciendo zapping hasta encontrar algo que más o menos mereciera la pena. Yo leía a medias, porque cada vez que intentaba leer una línea, la vista se me iba hacia arriba y contemplaba embelesada su perfil. El cabello negro, la nariz recta, los labios suculentos y aquellos ojos zafiro que se escondían cada cierto segundo tras los parpados, que acababan con unas pestañas largas y foscas. Bufé contrariada al estar haciendo un estudio tan exhaustivo, y meneé la cabeza un par de veces, soltando un sinfín de palabrotas interiores.

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                                          La tarde fue pasando tortuosamente, mirando de vez en cuando la puerta de la habitación compartida con Katherine, deseando que aquellos dos dejaran de estudiarse mutuamente y pudiera escabullirme de aquel lugar, porque mi salud peligraba con cada tic-tac de un reloj de pared.

                                          -¿Te apetece un poco de té o café?-preguntó levantándose del sofá.

                                          -Solo si no me echas veneno-contesté, haciendo memoria sobre la hora de la comida.

                                          -Oh, me subestimas-se llevó una mano teatralmente al pecho-no sería tan poco elegante.

                                          -Entonces quiero un té, sin azúcar y bien amargo-concluí y él se dirigió a la cocina mientras tatareaba una canción conocida, sacada de algún anuncio reciente.

                                          Pronto, todos los recovecos de la casa se inundaron con el aroma acre del café y el té, entremezclándose en el aire, y sonreí casi sin pensar cuando hallé la taza delante de mi cara.

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                                          -Sin azúcar y muy amargo-lo agarré del asa y soplé para que se enfriara.

                                          Tomamos los brebajes silenciosamente, interrumpidos por las voces que surgían del aparato encendido que había delante de nosotros. Estaba relajada, tranquila como hacía mucho que no estaba, y no me apetecía ser sarcástica o demasiado sincera. Ahora Kilian y yo compartíamos un gran secreto familiar y tal vez eso nos dio cierta tregua, un acuerdo tácito de no agresión.

                                          -¿Siempre tardan tanto?

                                          -Hacía tiempo que no se veían, supongo que es normal-respondió con cierto deje de amargura e ironía en la voz.

                                          -Seguro-contesté marcando la ironía en voz-¿nunca se han parado a pensar en los demás?-fue una pregunta retorica. Kilian me miró, arqueando levemente una ceja y después suspiró, negando con la cabeza.

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                                          -Sus hormonas van muy aceleradas como para pensar en las personas que pueden salir heridas-su rostro palideció un poco, cierta angustia se instaló en él y para mi sorpresa, se rió.

                                          -Oh, vaya, ¿te parece muy gracioso?

                                          -Es mejor reír que echarse a llorar, ¿no?-pegó un largo trago a su café, y yo le observé por el rabillo del ojo, inquieta, pensando que aquella frase la había dicho mucho en el pasado.

                                          -Sí, creo que si-musité lo suficientemente alto como para que pudiera escucharme.

                                          Se incorporó de golpe, yendo a la cocina a dejar la taza de su ya acabado café. Se rascó un poco la cabeza, se arregló la camiseta y oí un ruido de llaves.

                                          -Me voy a dar una vuelta-dijo de improviso, cerrando la puerta tras él, abandonándome en aquella casa con un par de hormonados haciendo de todo excepto jugar al parchís.

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                                          -Perfecto-murmuré dándole un sorbo al té amargo. Estuve un rato allí, pensativa, casi sin fuerzas hasta que la puerta del cuarto se abrió, saliendo de ella un par de caras conocidas con su mejor sonrisa.

                                          -¡Letty!-exclamó Kat al verme en el sofá, mirando fijamente un punto inexistente-siento mucho haberte dejado sola. ¿Y Kilian?

                                          Seguro que lo sientes muy en el fondo de tu corazón.

                                          -Se acaba de ir-contesté-¿Qué habéis estado haciendo tanto rato?-pregunté cargada de malicia.

                                          Los dos se contemplaron, incómodos, no imaginándose aquel tipo de pregunta. Henry se adelantó a lo que iba a decir Katherine.

                                          -Hablar sobre cosas del instituto y de la familia-se sentó a mi lado, donde minutos antes había estado su hermano.

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                                          -¡Sí!-se añadió Katherine-y le he explicado que tu hermana pequeña no se parece a ti. Me ha dicho que quería verla y yo le he mostrado la foto que tienes en el monedero, junto las de tus padres-ellos me obligaron a ponerlas, en contra de mi voluntad-lo que me recuerda…

                                          No me sorprendió que cogiera mi monedero sin permiso alguno, tampoco llevaba nada importante que quisiera que viera. Solo tres fotos y un poco de dinero. Aunque, ¡un momento!, si que había algo dentro bastante importante y secreto. La foto de…

                                          -Se ha caído cuando he abierto tu cartera-dijo ella sacando una foto del bolsillo de su falda vaquera-¿No es tu antiguo profesor particular de piano?

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                                          De acuerdo, confirmado, el día si podía ir a peor. Agarré la foto, casi arrancándosela de las manos y le dediqué una mirada severa. Aquello era mi secreto, la causa de todo el dolor que guardaba dentro.

                                          -No vuelvas a toquetear mis cosas nunca más-mascullé malhumorada-¿te enteras? ¡Nunca más!

                                          Me interné en la habitación de donde habían salido, con su correspondiente portazo y tiré la foto al suelo, maldiciéndola, maldiciéndome a mí de paso y odiando todo aquel asunto sentimentalista, donde mi corazón se estrujaba hasta ahogarse, hasta que mis ojos escocían pidiendo permiso para soltar todo aquella agua salada que nublaba mi visión, arrastrándome hacia un mar de emociones confusas que siempre intentaba enterrar, mas no lo lograba nunca.

                                          -Te odio-chillé-te odio tanto, grandísimo imbécil.

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                                          Sin atreverme a clavar mis ojos en aquel rostro sonriente que me miraba desde la fotografía, me tumbé en la cama echa una furia, abrazándome a mi misma para no caer en la profundidad del dolor, conociendo de antemano todas aquellas reacciones que se producían en mi interior, reparando en las cicatrices que amenazaban con sangrar, en los buenos y malos recuerdos que intentaban apoderarse de mí. No obstante, había aprendido a ser fuerte, a superar aquellas etapas de angustia mezcladas con melancolía, aturdida aun por la agonía constante que martilleaba en mi pecho.

                                          -A quien quiero engañar. Jamás podré odiarle, aunque lo ansíe con todas mis fuerzas-exhalé despacio, cerrando lentamente los ojos y deseando que aquel día desastroso acabara de una buena vez. El peor sábado de toda mi existencia y todavía me quedaba el domingo, genial.

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                                          No recuerdo exactamente cuando se cerraron mis ojos, solo evoco el momento en que los abrí, atontada por el sueño ligero, cuando todavía no sabes cómo te llamas o quién eres, hasta que un chispazo fugaz te atraviesa la mente y ¡pam! todo vuelve a su lugar de nuevo.

                                          Me sobé los parpados, bostecé poniéndome la mano delante y me desperecé. Hubiera seguido el resto de fin de semana en ese cuarto, sin embargo mis tripas aclamaban por comida, rugiendo dentro de mí. Observé la habitación, sin signos de que hubiera entrado alguien y después comprobé que eran cerca de las once de la noche.

                                          -Joder, he dormido como una marmota. Ahora voy a estar toda la maldita noche despierta-me levanté ignorando la foto que continuaba en el suelo, con la misma expresión jovial, contemplando cada uno de mis movimientos. Me cambié de ropa y me recogí el cabello en dos coletas. Nunca durmáis con dos moños, es demasiado incomodo.

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                                          El salón estaba desierto, junto con la cocina y me pregunté donde diablos se había metido todo el mundo. Aunque así mejor, me ahorraría bastantes explicaciones y nadie me molestaría mientras cenaba. Oí unas risitas ahogadas provenientes de algún dormitorio, reconociendo la voz aguda de Katherine y la menos grave de Henry.

                                          -No tenían suficiente con la tarde, claro que no, ahora toca juerga durante la noche-solté mientras acribillaba un trozo de tomate, como si todos los problemas del mundo fueran su culpa.

                                          Comí a desgana, para que mis tripas se callaran y pararan de molestar, entretenida en pensar en las cosas que había dejado aparcadas en casa para ir de fin de semana con aquella panda de hormonados y un aspirante a Míster Simpatía.

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                                          Después de fregar los enseres de cocina tan a poco a poco como me fue posible y secarlos a conciencia, me dirigí de nuevo hacia el único lugar al que podía refugiarme: el cuarto que compartía con Kat. Me entretendría con alguno de mis libros o simplemente intentaría volver a dormirme, mas todos aquellos planes se hundieron cuando reconocí una figura bastante conocida en el exterior, sentada en una de las sillas.

                                          Casi por inercia y sin pensar mucho en ello, salí afuera, bajando las escaleras, cuestionándome que cojones estaba haciendo y porque no conseguía que mis pies me obedecieran, hasta llegar justo delante de aquella familiar silueta, ahora con más detalles, confirmándome que era él el que estaba allí, sentado, escudriñando el mar junto una pose reflexiva.

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                                          Arrastré la silla para que sonara, pero la arena amortiguó el sonido y no tuve otro remedio que carraspear para anunciar mi presencia, algo que resulto patético.

                                          -Ah, hola-dijo, contemplando el paisaje. No fijo su vista en mí ni un momento.

                                          Excelente, eso me hacía sentir más estúpida. ¿Qué coño estaba haciendo? Le vi, bajé las escaleras como si fuera una sonámbula que no conseguía que sus sentidos respondieran, me senté delante de él, carraspeé para hacerme notar de una forma muy ridícula y recibí un escueto hola. Y ya está. Ni tan siquiera me miró, cosa que me hizo sentir ofendida y avergonzada por mi actitud. Estupendo. Esto era el colmo.

                                          Me levanté, bufando por lo bajo, dispuesta a alejarme, cuando su voz me detuvo.

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                                          -La luna está preciosa está noche-estaba de coña, ¿verdad?

                                          -Hoy no hay luna-contesté malhumorada (para no estarlo), viendo que en el cielo solo habían estrellas.

                                          -Que no se vea no quiere decir que no esté-respondió, junto una sonrisa ladeada que me secó la boca.

                                          Tragué saliva, asentí y volví a sentarme. ¿Aquella había sido su manera de llamar mi atención para que no me marchara?

                                          -¿Están juntos?-capté inmediatamente a quienes se refería.

                                          -Pues claro. No es suficiente con una tarde, por lo visto-murmuré mordazmente y suspiré-¿Qué tal el paseo?

                                          -Aburrido. He andado 3 km para llegar al municipio de al lado. La mayoría de tiendas estaban cerradas (malditos pueblos) y he vuelto a caminar 3 km para volver hasta aquí-concluyó con un tono monótono.

                                          -Al menos no has pasado por viejos recuerdos-me susurré. Me oyó porque alzó una ceja, sin embargo no hizo ningún tipo de pregunta y siguió escudriñando el mar.

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                                          Le imité, percibiendo en toda la negrura que se extendía ante nosotros al no haber ninguna luna que alumbrara. Las únicas luces encendidas eran las del porche, suficientemente brillantes como para iluminarnos, allí sentados, absortos en nuestros pensamientos, demasiado cansados como abrir la boca. O quizá no tanto.

                                          -Siento lo de hoy-dijo de repente, sin venir al caso.

                                          -Creo que ya te disculpaste-le recordé-¿acaso tienes un problema con la memoria a corto plazo?

                                          -Digo lo de tu caída, cuando me he reído-me recordó a mí, haciendo que mis mejillas se tiñeran de un profundo rojo. Agradecí la oscuridad que nos envolvía-no pude evitarlo…-controló la risa que estaba a punto de escaparse entre sus labios y lo fulminé con la mirada.

                                          -Me pides disculpas mientras intentas no reírte, no suena muy convincente, ¿eh?

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                                          -Lo siento, de verdad-se puso una mano en la boca-pero es que fue tan…

                                          -¿Patético? ¿Humillante? ¿Horrible?-indiqué mientras continuaba matándolo con la mirada.

                                          -¡Gracioso!-y ya sí que no pudo retener por más tiempo las risotadas.

                                          Me incorporé nuevamente, soltando todo tipo de palabrotas hacia su persona. Aquello era imperdonable. Demasiado estaba guardando esa noche como para encima tener que aguantar ese tipo de trato. Primero me insultaba, después me tiraba los trastos, más tarde se disculpaba, luego se reía de mí y tornaba a disculparse, para acabar riéndose de mí otra vez. Y todo eso en un solo día, señores. Imagínense convivir con él durante un mes entero. Ni mis enemigos querrían tal desgracia hacia mi persona.

                                          -¡Espera!-gritó levantándose procurando atraparme.

                                          -¿Qué? ¿Ahora qué será? ¿Me volverás a llamar actriz porno o qué? ¿Te reirás de nuevo en mi cara? ¡Que te jodan!-chillé disgustada, alejándome a prisa por la arena, algo bastante complicado.

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                                          -Discúlpame, no quería reírme otra vez-intentó agarrarme, mas le aparté.

                                          -Eres…eres raro-dije-nada más conocerme me dices eso, luego me tiras la caña, después te disculpas conmigo (por obra de Kat, todo sea dicho) y te ríes de mi, sin embargo me empiezas a tratar bien para volver a reírte de mí. ¿Qué está mal contigo? ¿Te caíste de la cuna de pequeño?

                                          Permaneció allí quieto, observándome, rascándose la cabeza, quizá rumiando como lograr aplacar toda mi rabia contenida. En cierto sentido, estaba pagando todo mi dolor nocturno con él, pero mi paciencia se había extralimitado y la línea hacía tiempo que se había quedado lejos de mi vista. No podía más, no podía mantenerme en pie y mi mejor escudo era pagarlo siempre con quien menos se lo merecía. Aunque Kilian se lo merecía un poco.

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                                          -Vale, mi comportamiento contigo ha sido extraño-reconoció al fin-ya me he disculpado por lo de esta mañana, y sigo pensando que eres una belleza…

                                          -¡Estas intentando disculparte, por el amor de…!-le interrumpí al oír otra vez como me piropeaba.

                                          -Sí, sí, siento eso también. Ya me he dado cuenta de que no eres el tipo de chica que recibe muchos halagos, ¿verdad?

                                          -No cuando unas horas antes, el desconocido en cuestión, que no has visto en tu vida, te llama actriz porno-rugí agotada.

                                          -Bien, me disculpo por todo. ¿Podemos comenzar? Hola, me llamo Kilian Larce y soy un capullo integral.

                                          Una leve, insulsa e insignificante sonrisa escapó de mis labios a traición. Yo no era el tipo de persona que se dejaba embaucar de esa forma, pero había algo en Kilian, algo realmente…no había palabras. No después de haber leído su diario, no después de comprobar que él sentía un dolor tan terrible como el mío, no después de compartir un secreto familiar tan pesado. Así que extendí mi mano, poniendo mi mejor cara de fastidio.

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                                          -Encantada capullo integral, yo soy Amanda Nicolette, aunque todo el mundo me llama como se le viene en gana.

                                          -Entonces, señorita Amanda Nicolette, ¿le importaría sentarse conmigo? Le prometo que no habrá más discusiones y sabré comportarme.

                                          Y justo en ese momento, al ver su sonrisa amable, un escalofrió recorrió mi espina dorsal. Por una noche condenaría a mi yo quejica, sarcástico y cruel al olvido, me arrancaría la máscara para lanzarla al suelo y me transformaría en mis sentimientos, en los auténticos, en los que estaban destinados a enterrarse, pero siempre me desobedecían.

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                                            Ayyyyyy!!! Kilian y "Amanda Nicolette" (porque no se como llamarla xD) son tan monos cuando están juntos...

                                            Qué buena pareja hacen.

                                            A ver qué apsa entre ellos en el siguiente capítulo.

                                            Por cierto, ¿qué tal las notas de selectividad? Espero que muy bien.

                                            Sigue pronto!

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                                                Pd: Enci loves Justin <3 (hahaha (x )

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                                                  PD: Sonia no seas cruel...

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